Lunes 2 de julio de 2001 | ||
El virtuosismo y la intensidad |
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Hace unos días se presentó en Casa de la Cultura de Roca el pianista Dmitri Teterin |
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La entrada es, además de una cuestión económica, un acto simbólico. De ahí su existencia ineludible. Los espectadores pagan un precio por participar del arte, y el artista se compromete a hacer de puente entre dos mundos: el cotidiano y el del espíritu. Nada regocija tanto a los amantes de estos encuentros como ver al protagonista de la obra, al ejecutante de una pieza, en el climax. Sabemos que ese enigma representa su vida. Dmitri Teterin, además de ser un pianista de raro virtuosismo, sabe cual es el argumento de la historia que nos ocupa. Su intensidad como interprete va acompañada de la claridad en sus frases: limpias como sueños en su estado natural. Y está lo otro, no menos importante. Su mano levantada un microsegundo antes de culminar la desesperación de Tchaikovsky en "La bella durmiente", en la transcripción para piano de Mikhail Pletn. Teterin tiene fama de ejecutor superior, dueño de una técnica exquisita y que no por ello pierde de vista el verdadero sentido de lo que hace: la musicalidad. La sustenta con creces. El programa que interpretó la semana pasada en la Casa de la Cultura de Roca, ha sido pensado para mostrar de principio a fin las distintas posibilidades de su talento. Sobretodo en dos momentos -al principio y al final del concierto- se enfrenta al desafío técnico. Con violencia derrumba los obstáculos, los increpa y consigue que uno a uno vayan dejándose caer, dóciles, frente a él. En el medio del programa está Tchaikovsky, la densidad de una obra pensada para ballet. No hace falta la imaginación, el movimiento de los cuerpos permanece allí, en el trasfondo de las la brillante transcripción de Pletn. Tal cual el carácter de su creador. Tchaikovsky, primero la quietud, después el paroxismo, en una síntesis de ciertos teoremas sonoros que sólo un artista como Teterin puede resolver. En las "Cuatro Sonatas" de Doménico Scarlatti y los Cinco estudios, op. 25" de Chopin, su ejecución atraviesa el territorio de lo complejo. Pero es en la "Sonata N6, en la mayor, op.82" de Sergei Prokofiev donde escuchamos al más atrevido Teterin. Esta obra conforma su medio ambiente. La obra de Prokofiev desnuda la pasión y el tormento sobre un lenguaje eléctrico, muy intrincado. Teterin se entrega a la tarea sin miedo. Avanza sobre un concepto estético grácil para internarse rápidamente en otro mucho más accidentado, lleno de picos rebeldes. La obra requiere de los diversos timbres y opciones sonoras del instrumento. En este momento crucial el pianista ruso se erige en un guía y nos impulsa al éxtasis propio de la música. Aferrados a su decisión cruzamos el cabo de las tormentas. Luego aplaudimos felices, hemos sobrevivido al poder de nuestras propias emociones. Claudio Andrade Foto: Teterin, un guía en la tormenta de los sentimientos que provocan Prokofiev y Tchaikovsky . |
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