Domingo 17 de junio de 2001

 

Niños y adolescentes frente al Día del Padre

 

Los más chicos demuestran un amor incondicional, sin cuestionamientos.Utilizan palabras como "ídolo" y "una maza" para describirlos.Pero entre los jóvenes abundan los cuestionamientos lógicos de la edad.

  ROCA (AR).- Para niños y adolescentes de la región hay una idea que parece haber tomado fuerza de ley según la cual los grandes sentimientos no necesitan ser explicados con muchas palabras. Expresiones como "es una maza", "es un ídolo", "un capo" o "se la re-banca" son las que utilizan los chicos para dar su opinión sobre sus padres, los homenajeados de hoy.
Los niños de escuela primaria que hablaron con "Río Negro" demostraron tener un amor incondicional por sus padres y no cuestionaron nunca una relación que también parece estar medida por la disposición de los mayores para complacer los pedidos de sus hijos.
Sabrina, de ocho años, aseguró ser hija del "mejor papá del mundo porque es muy bueno y me compra casi todo lo que yo quiero". Contó que el mejor regalo que le puede hacer "es un beso muy grande que le voy a dar el domingo y un regalo que yo misma hice", aunque no reveló de qué se trataba.
Atentamente escuchaba Joaquín, de la misma edad, que para diferenciarse de su compañera afirmó que su padre "también es un re buen amigo y lo más importante es que me trata bien y me da comida aparte de regalos". Según él, el mejor regalo "es un abrazo muy fuerte".
Rocío cree que "como todos los papás, el mío es el mejor papá del mundo y se merece lo mejor" a la hora de elegir cuál sería el regalo adecuado no lo dudó: "mi amistad para siempre".
Mariano y David, aunque no son hermanos, aseguraron tener padres idénticos: "Son los dos gordos, juegan al fútbol y vigilan todo lo que hacemos". A la hora de expresar el afecto por sus padres eligieron "un abrazo y un beso re grande y si nos dan plata un perfume o algo así".
Quienes abandonaron cualquier rasgo de ingenuidad y dejaron ver los enfrentamientos propios de la edad son los adolescentes, aunque todos coincidieron en estar unidos a sus padres por lazos más que fuertes.
Cyntia fue la encargada de abrir fuego contra "el tipo más controlador del mundo" o sea su padre. "En realidad él sabe que es una persona re-importante en mi vida, pero no nos llevamos muy bien. Me gustaría que confiara un poco más en mi. ¿Qué le regalaría?, algo que haya pagado yo y no mi vieja o él. Igual el domingo le voy a dar el beso más tierno del mundo". dijo.
Martín aseguró tener "una excelente relación con mi viejo". De acuerdo a lo que contó, el suyo "es el viejo más piola y abierto que hay". Y hasta se animó a comparar: "A veces veo cómo tratan mis amigos a sus padres y no entiendo por qué en lugar de gritarse no intentan hablar y llevarse bien".
Mucho menos comprensivo y conciliador fue Santiago, que afirma ser hijo de "alguien que no respeta las decisiones que vos tomás, que cree que todo el tiempo estás equivocado y que vive repitiendo que cuando él era joven, todo era mucho mejor, como si yo tuviese la culpa". Para homenajearlo Santiago elegiría "algo que lo haga darse cuenta de que puedo llegar a ser un tipo responsable y que me hago cargo de lo que hago".
"Y... la verdad es que tuve mucha suerte", reveló José, "me tocó el mejor viejo del mundo. Estoy seguro de que no importan las decisiones que yo tome o las posiciones que asuma, sé que mis viejos siempre van a estar conmigo". Para el Día del Padre, José eligió "un abrazo enorme para demostrarle lo orgulloso que estoy de ser su hijo y no el encargado de juzgarlo de la forma en la que yo no permitiría que lo hagan conmigo".

Los adultos, entre la idolatría y la indiferencia

NEUQUEN (AN) - Gabriel Neme tiene 34 años, es ingeniero civil y habla de su padre con orgullo, en un tono cálido, impregnado de afecto. Lo considera "un ejemplo".
Pero no todos los adultos están en paz con sus padres. Hay quienes, como Sergio Falcone, que apenas recuerda cuántos años tiene el suyo y define su relación como de indiferencia.
"Tiene ojos claros, pelo crispado...", comenta Gabriel con una sonrisa ante la innegable similitud física. Pero estos rasgos, que no pasan inadvertidos, no son lo único que heredó de Mario Neme, su padre. Este médico de 58 años le dejó un legado que mantiene presente cada día de su vida. "Me inculcó el amor por el trabajo, la dedicación para con la familia.Es un hombre honesto y trabajador que ha cumplido cada meta que se ha propuesto".
Su padre es un referente que lo influenció hasta en su vocación profesional. Durante su infancia solían ir de campamento y en esos viajes heredó el amor que su padre sentía por la naturaleza. Años más tarde, luego de estudiar Ingeniería, Gabriel decidió especializarse en impacto ambiental. Ademas de dedicar toda su vida a la medicina, Mario incursionó en el terreno político y llegó a estar detenido en la época de la dictadura. "Yo era muy chico, pero tengo presente que fue una situación muy angustiante", recuerda.
Más allá del trago amargo, Gabriel disfrutó mucho de su familia y los años que compartió con su padre en Berazategui. Ahora, hace más de diez años que se mudó a Neuquén pero mantiene un estrecho contacto con sus padres que aún viven en la localidad bonaerense. "Lo veo seguido, pero no tanto como quisiera -explica-, es una situación difícil porque me gustaría tenerlo cerca para pedirle consejos, yo lo considero mi guía".
Este Día del Padre lo pasarán separados, aunque Gabriel ya tiene pensado viajar cuanto antes para saludarlo y darle su regalo. "Todavía no lo decidí. Como le encanta la música clásica, capaz que le compro un disco" dice, aunque sabe que el mejor regalo será estar juntos.
En cambio, Sergio Falcone hoy no estará cerca de su padre ni siquiera en el recuerdo. La vida los ha llevado por caminos distintos y algunas heridas todavía no cerraron, y posiblemente nunca lo hagan. Si bien no hay rencores -asegura- habla de él con cierta distancia, como si no le importara, casi como refiriéndose a un ser ajeno. Sus palabras no denotan odio, sólo indiferencia.
Su papá se llama Miguel Falcone y alguna vez fue empleado bancario. Tiene setenta años o al menos debe rondar esa edad, ya que Sergio no responde con certeza, duda un instante, murmura para si "debe tener...", y luego larga un cifra que parece una mera estimación y refleja parte del olvido que existe entre ellos.
El divorcio de sus padres cuando él tenía ocho años lo llevó a estar lejos de su viejo hasta el día de hoy. Durante todo ese tiempo sus encuentros fueron esporádicos y muy poco emotivos, cargados de frialdad e incomodidad.
Luego de la separación, su padre se alejó y, quizás debido a su profesión, vivió en distintos puntos del país hasta recalar finalmente en Paraná donde reside actualmente.

   
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