Lunes 11 de junio de 2001

 

Muchas buenas ideas terminan en el fracaso por falta de apoyo

 

Existen más de 600 inventores en todo el país. No pueden sortear las trabas que hay para comercializar. Varias de sus creaciones fueron premiadas.

  Creativos, perseverantes, inquietos, observadores de los problemas de la realidad cotidiana y capaces de crear un producto cuya difusión genere puestos de trabajo, muchos inventores argentinos independientes carecen de apoyo o una guía que los asesore sobre cómo cristalizar sus ideas.
Empeñados en alejarse de la imagen de "loquitos" o "soñadores" que sobre ellos tiene la sociedad, más de 600 inventores se agruparon en una asociación que intenta desde hace diez años levantar puentes con inversores y funcionarios "para que una buena idea no entre en un laberinto sin salida".
Roberto Cardón es uno de los inventores de un sistema práctico para destapar botellas espumantes que fue premiado con la medalla de oro en la 29na. Edición de la Exposición Internacional de los Inventos, realizada en Ginebra, Suiza, premio considerado como el "Oscar" para los inventores.
"Uno puede ser un inventor fabuloso pero si no tiene los medios o alguien que lo guíe no llega a nada. Yo no sabía cómo vender la idea del destapador de botellas ni a quien recurrir y en esta situación hay muchos inventores que no tienen apoyo de parte del Estado ni de los empresarios", destacó Cardón
Hugo Olivera, quien trabajó junto a Cardón en el invento, afirmó que en la asociación lo que se busca "es proveer liderazgo, capacitación y apoyo para los inventores independientes especialmente en lograr que los productos se inserten en el mercado, que es la parte más difícil".
Para Olivera es muy importante el apoyo del Estado "porque con cada invento que se inserta en el mercado se abre una pequeña empresa. Por ejemplo, en el caso el destapador, se generarán puestos de trabajo para más de 100 personas".
Sin embargo, las trabas que existen para comercializar un producto se hacen muy difíciles de sortear para los inventores y comienzan desde el momento en que quieren patentar su idea hasta su inserción en el mercado.
El inversor que comercializará el destapador de botellas premiado con la medalla de oro, Ignacio Brea, aseguró que "necesitamos apoyo del gobierno para que este producto pueda estar en todos los hogares".
"Desde nuestra posición es muy difícil la comercialización porque hay demasiadas trabas y necesitamos que den facilidades a la pequeña industria con rebajas en los aranceles y así poder movilizarnos en el extranjero sin tener que encarecer el precio del producto", subrayó Brea.
El vicepresidente del Instituto de Propiedad Industrial (INPI), Jorge Médici, afirmó que "el inventor está acostumbrado a romper moldes preestablecidos y es como un artista, apasionado por su trabajo y, a veces, algo ególatra. En cambio los funcionarios tenemos que ajustarnos a ciertos procedimientos".
"Tenemos que encontrar los límites de lo que podemos pedirnos recíprocamente, crear canales de comunicación y actividades en las que tengamos acuerdos, ya que no sólo nos interesa apoyarlos sino llegar a aquel obrero de una fábrica que en su labor encuentra respuestas prácticas a problemas cotidianos", resaltó Medici.
El funcionario anunció que "se simplificará la estructura arancelaria que tienen que abonar los inventores para patentar sus creaciones, se impulsarán centros de innovación tecnológica -uno de los cuales sería la propia Asociación de Inventores-, mientras que está en estudio volver a implementar el premio nacional a la inventiva, para estimular los trabajos de los inventores".
Médici reconoció que faltan tender puentes "entre el inventor y el industrial" y comentó que "muchos alumnos de facultades como arquitectura o diseño industrial realizan trabajos extraordinarios y nadie toma esa idea para registrarla o explotarla comercialmente".

El "nido vacío"

No obstante los inconvenientes, la pasión de los inventores por resolver problemas no decae, aunque a veces sientan lo que ellos llaman "el síndrome del nido vacío", una mezcla de "temor y desconfianza ante la perspectiva de perder el control sobre el destino del invento".
Esta sensación los invade "cuando están a punto de llegar a un acuerdo por la licencia de su invento, momento en el cual se deprimen, sienten nostalgia o desamparo, sensaciones que ponen en peligro los acuerdos a los que quieren llegar".
Mercedes Suárez, otra inventora, destacó que la inquietud por dar soluciones a los problemas cotidianos "nace desde temprana edad y es cuestión de que se la estimule correctamente porque todo el mundo tiene un inventor adentro". Suárez explicó que la Asociación tiene una escuela para niños en donde se los estimula en la invención y que es allí "en donde se nota la avidez que tienen los pequeños para resolver problemas con soluciones simples" "Es cuestión de fomentar esas inquietudes, curiosidades y perseverancia con un apoyo individual, colectivo e institucional con el fin de que esa avidez no se vea castrada", subrayó.
(Télam)

Una escuela para chicos de 6 a 16 años

La Asociación Argentina de Inventores desarrolla desde hace diez años una escuela para jóvenes de entre 6 y 16 años con el fin de "desarrollar un pensamiento inventivo a través del aprendizaje por el descubrimiento".
El emprendimiento funciona en las instalaciones de la Escuela del Sol, ubicada en el barrio porteño de Belgrano, propiedad de Mariana Biró, hija del creador del bolígrafo a tinta o "birome".
Los cursos están dirigidos a niños y adolescentes de ambos sexos, pero existe una tendencia en los 10 años del establecimiento que indica que se inscriben un 80 por ciento de varones y un 20 por ciento de mujeres. "Los alumnos más destacados demostraron tener un mismo perfil psicológico: son muy curiosos y creativos, independientes, sensibles, inconformistas con lo establecido, con facilidad para dibujar y en la expresión oral y escrita", destacó Eduardo Fernández, director de la escuela.
Remarcó además que los alumnos "demostraron al mismo tiempo no ser muy buenos en la escuela tradicional, con ciertas dificultades de adaptación al sistema educativo formal".
Entre los objetivos que persigue la escuela, el principal es el de desarrollar un pensamiento inventivo, a través del aprendizaje por el descubrimiento, pero también se busca promover el talento natural de los chicos para hacer preguntas y manipular objetos, informó un articulo publicado en la revista Inventiva, que edita la Asociación de Inventores. (Télam)

A la hora de patentar

El Instituto de Propiedad Industrial (INPI) recibió el año pasado unas siete mil solicitudes para patentar inventos, de los cuales unas 4000 se resolvieron en forma favorable, pero sólo se entregaron 2000 patentes.
Luis Nogués, de la dirección de patentes del INPI, dijo a Télam que en 1999 se recibió una cantidad similar de solicitudes pero que en el 2000 hubo más resoluciones favorables que hace dos años.
Por su parte, el titular de la Asociación Argentina de Inventores, Eduardo Fernández, destacó que "entre que se presenta una solicitud hasta que sale la patente del invento pasan entre 2 a 5 años, mientras que en países como los Estados Unidos el trámite tarda 18 meses".
"El sistema tendría que ser un poco mas eficiente", opinó Fernández, titular de una entidad que recibió en sus sede por primera vez a los directivos del INPI para comentarles sus inquietudes y las maneras en que pueden brindarse ayuda recíprocamente.
El vicepresidente del INPI, Jorge Médici, durante el transcurso de la reunión -en la que entregó un diploma al mérito inventivo a los recientes ganadores de la medalla de oro en la exposición internacional de inventos efectuada en Suiza- enumeró las dificultades que atraviesa el organismo.
Médici destacó que cuando asumió "el INPI que encontramos era un caos con falta de sistemas informáticos adecuados y con un personal desalentado por las enormes dificultades".
"Es una situación muy difícil en la que hay que hacer una esfuerzo muy grande para poner las cosas en orden. El INPI necesita una reingeniería total por ejemplo en sus sistemas informáticos para lo cual existe un proyecto que preve la creación de una oficina sin papeles de aquí a tres años", remarcó el funcionario.
Médici dijo que ese proyecto "permitirá que hasta el inventor radicado en la parte más alejada del país pueda presentar su solicitud de patente en un término muy corto de tiempo a través de una computadora".
Agregó que para ejecutar esta iniciativa "estimamos un costo de aproximado de tres millones de dólares, incluyendo la capacitación de personal, el cual tendrían que estar mejor pago para que una vez que logren el entrenamiento adecuado no elijan irse a la actividad privada". (Télam)

Las novedades "made in" Argentina

Muchas invenciones que hicieron historia en la resolución de problemas vinculados al área de la salud, el transporte o al entretenimiento fueron ideados por inventores argentinos. El primer invento importante efectuado en Argentina que se tiene conocimiento, se remonta a 1810, cuando Miguel Colombise desarrolló un sistema de control de navegación de los aerostatos.
En tanto, la primera máquina hiladora se originó en la Argentina y fue desarrollada en 1813 por el inventor Andrés Tejeda, mientras que el mismo año, el fray Luis Beltrán inventó para el Ejército de los Andes, herramientas metalúrgicas, arneses y batanes novedosos para la época.
En 1876, Elio O`Donnell creó un nuevo tipo de aerostato, mientras que en 1891, surgió un invento revolucionario que permitió identificar a las personas y que fue utilizado en todo el mundo: el sistema de huellas dactilares ideado por Juan Vucetich. Y seguramente pocos saben que la primera transfusión sanguínea exitosa se realizó en la Argentina en el año 1914, con instrumentos diseñados por su creador, el doctor Luis Agote.
También el helicóptero fue obra de un argentino, Raúl Pateras de Pescara, quien en 1916 concretó el primer vuelo eficiente en la historia de la aviación mundial.
En 1917, Quirino Cristiani diseñó una nueva tecnología para producir dibujos animados y filmó el primer largometraje de dibujos en la historia del cine, mientras que en 1925 Vicente Almandos Alonacid inventó un novedoso sistema de navegación nocturna para aviones, armamentos y guías para bombarderos.
El primer invento "bien argentino" surgió a raíz de una seria dificultad que había en la década del 20 en el transporte de personas, con el automóvil muy poco desarrollado todavía en el país. Fue el colectivo, creación que aún perdura en el país y en el mundo y que dio sus primeros pasos en 1925, de la mano de dos inmigrantes italianos, Angel Di Césare y Alejandro Castelvi.
En 1929 Francisco Avolio creó el primer amortiguador hidroneumático del mundo y dos años después el médico Enrique Finocchietto inventó instrumental quirúrgico como el famoso "separador intercostal a cremallera".
Ladislao José Biró, un inmigrante húngaro radicado en la Argentina, logró imponer a nivel mundial en 1944, lo que hoy conocemos como el bolígrafo a tinta o "birome", creación sobre la que estuvo trabajando desde 1938.
Otros inventos se sucedieron en las décadas del 50 y el 60, hasta que en 1970 Eduardo Taurozzi diseñó un nuevo motor pendular de combustión interna, un sistema que no requería el uso de aceite y que producía menor polución y mayor rendimiento.
En 1979, Francisco De Pedro diseñó el soporte fijo para marcapasos, de implantación cardíaca; en 1983, el argentino Mario Dávila creó el semáforo para ciegos y en 1989, Carlos Arcusín diseñó la jeringa descartable.

   
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