Domingo 3 de junio de 2001

 

Un refugio que combate el abandono con amparo

 

Hace diez años que el pastor Carlos Ceballos decidió ayudar a los niños desamparados de Bariloche. El hogar "El refugio de Jesús" alberga hoy a más de 60 chicos de la calle y otros derivados por la Justicia. El mentor de la obra dice haber aprendido que las problemáticas más importantes son la falta de cariño y el hambre. Además alimentan a 160 personas en el comedor.

  SAN CARLOS DE BARILOCHE - El pastor Carlos Ceballos llegó hace diez años a Bariloche y se compadeció de la calidad de vida de los chicos de la calle y otros que subsistían dentro de su núcleo familiar. Hoy dirige un Hogar para niños y niñas de 6 meses a 18 años, y otro para adolescentes varones, todos en riesgo, que albergan a más de 60 chicos que llegan solos o fueron derivados por decisión judicial y por otros organismos públicos.
Durante el tiempo en que distribuyó el diario local y por medio de los canillitas que lo voceaban conoció la problemática de los chicos de la calle. Entonces decidió organizar un comedor y luego un Hogar, donde además de contención los chicos pudieran recibir asistencia educativa. Hoy ese lugar está casi desbordado por las innumerables situaciones de riesgo que aconsejan separar a niños del ámbito familiar, por adolescentes que incursionaron en el delito y otros que no pueden reencontrarse con sus lazos sanguíneos o no están en condiciones de vivir solos.
"El Refugio de Jesús" es un Hogar que podría definirse como orfanato u orfelinato, pero allí no albergan a ningún huérfano. En su mayoría son chicos faltos de contención; que han sufrido maltrato, abusos o violaciones en el ámbito doméstico; otros abandonados por sus padres, y en algunos casos chicos institucionalizados que deambularon por distintos Hogares desde que eran bebés.
Ese espacio que ocupó hasta hace algunos años el ex Hogar Gutiérrez, desde que comenzaron a conocerse los resultados obtenidos en "El Refugio" motivaron a la justicia a derivarle los casos atendidos por las asesorías de Menores y hoy es la entidad más confiable para intervenir ante situaciones de riesgo infantil.
"En 1991 decidimos venir a Bariloche guiados por la necesidad que pudimos ver en visitas anteriores y conmovidos por la calidad de vida que observamos en muchos niños y familias del lugar", comentó Ceballos, un pastor evangelista que tiene muchos hijos pero prefiere no identificar a los que adoptó como propios.
La obra de Ceballos trascendió en su inicio porque se hizo cargo de la situación de un delincuente común que además de condenas padecía sida, y logró que se reconciliara con la sociedad y con su fe. Ese joven ya murió, pero su hijo, que había seguido los peores pasos transitados por su padre, también fue rescatado por Ceballos y hoy está rumbo a un futuro mejor.
De su relación con los chicos Ceballos aprendió que "las dos principales problemáticas son el hambre y la falta de cariño".
"Por eso nos sentimos comprometidos a brindarles amor y contención además de un plato de comida",agregó.
"El Refugio" tiene un comedor comunitario donde se alimentan cerca de 160 niños, madres, abuelos y changarines, y es atendido por once jóvenes de entre 15 y 26 años que se levantan muy temprano para hacer pan casero y venderlo. Esos ingresos permiten que siempre estén dispuestos a servir una bebida caliente a cualquiera que se acerque o lo necesite. También brindan apoyo escolar a niños de 6 a 16 años que por vivir una realidad de maltrato y necesidades reflejan en la escuela sus carencias.
La capacidad edilicia del Hogar y del comedor están colmadas. Algunos adolescentes deben dormir en el salón donde se desarrollan actividades durante el día, y no todos los que asisten al comedor tienen espacio para sentarse a la mesa. Sin embargo, Ceballos no descansa y ya estudia alternativas para seguir brindando amor.

La doble victimización de las abusadas

Un gran porcentaje de las niñas que habitan "El Refugio" resultaron víctimas de abuso sexual en su hogar, por parte de padres o padrastros. Muchos de esos abusadores están siendo procesados o ya fueron condenados, pero las madres de las niñas, aún las que oportunamente denunciaron los hechos, las responsabilizan por la ruptura del núcleo familiar y por la pérdida del aporte que realizaba el abusador al hogar. Otras niñas abusadas fueron enviadas al Hogar por orden judicial, para evitar que su madre o los familiares del procesado influyan en ellas para que modifiquen su declaración al momento del juicio oral.
Estos episodios se repitieron hasta el cansancio en Bariloche y cuando advierten que existe la posibilidad de que influencien en sus testimonios los magistrados prefieren dar las víctimas en custodia hasta el final del proceso, sin evitar los contactos periódicos con la familia.
De todas maneras, las mujeres que continúan asistiendo al violador de sus hijas en la cárcel después de la condena es poco probable que puedan mantener una convivencia armónica con ellas.

Las profundas huellas

En el salón principal del Hogar, ubicado en Rivadavia y Chubut, destacaba la presencia de una jovencita con restos de pintura en sus ojos y labios. "Es una drogadicta que vino hoy en forma voluntaria porque dijo que no aguanta más y quiere rehabilitarse", justificó Ceballos, y comentó que además atiende a menores sin contención o en estado abandónico que "llegan escapando de las garras de proxenetas que parecen gozar de impunidad".
Un ex chico de la calle y delincuente redimido por la religión, de 19 años, hoy está empeñado en recuperar a sus hermanos y a otros chicos y dio su testimonio. "Cuando murió mi mamá vinimos de El Bolsón a Bariloche y mi papá se juntó con otra mujer. Tuvieron otros hijos, y mis hermanos y yo quedamos de lado. A los 8 años salí a la calle y comencé a pedir, a robar, a drogarme y a dormir en cualquier lado junto con otros chicos y patoteros. Por pura rebeldía, cuando una mujer nos daba una moneda le robábamos la cartera", ejemplificó. "P" es un invalorable colaborador de Ceballos porque conoce como nadie la problemática de la calle, aunque todavía no está en condiciones de andar solo por la vida.
El testimonio de T. es desgarrador. Tiene 18 años pero es tan menuda que no representa más de 14. Es de las "institucionalizadas" porque pasó su vida en Hogares, desde los cuatro meses de vida. "Mi mamá me abandonó porque nací con labio leporino -explicó en tono de reproche y justificación-, después que me operaron me vino a buscar, pero cuando tuve siete años me volvió a abandonar y nunca más la vi".
En el hermoso rostro de T. no quedaron señales de su defecto congénito, pero también sufrió el abandono de la justicia, porque recién la dispuso para la adopción cuando tenía trece años. Según Ceballos, una adopción a partir de esa edad es muy riesgosa porque "los que aceptan adoptar a una chica de esa edad es probable que en lugar de una hija necesiten una sirvienta".

   
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