Miércoles 20 de junio de 2001

 

El narcotraficante Garza pidió perdón antes de ser ejecutado

 

Es el segundo preso federal de EE. UU. ajusticiado en 38 años. No hubo clemencia.

  Terre Haute, EEUU (EFE).- Arrepentido y pidiendo perdón, el narcotraficante y asesino de origen mexicano Juan Raúl Garza fue ejecutado ayer por inyección letal ayer en la penitenciaría de Terre Haute (Indiana) por una sentencia por tráfico de drogas y tres asesinatos.
Garza, de 44 años, fue ejecutado en el mismo penal federal y en la misma sala en que hace una semana muriera, también por inyección letal, el terrorista Timothy McVeigh.
Pero, al contrario que éste, Garza expresó su arrepentimiento y pidió perdón "por el dolor y el daño que he causado. Pido su perdón y la bendición de Dios".
Católico practicante, Garza -descrito por la fiscalía como el líder implacable y dictatorial de una banda de narcotraficantes de Texas- pasó parte de sus últimas horas de vida junto a un sacerdote.
McVeigh, una semana antes, rechazó la asistencia religiosa y fue ejecutado sin arrepentirse del atentado que perpetró en Oklahoma City (Oklahoma) contra un edificio federal con un camión bomba, que fue calificado como el peor nunca vivido en EEUU porque murieron 168 personas, incluidos varios niños, y hubo cientos de heridos.
Garza, el segundo ejecutado a nivel federal desde 1963, fue condenado por matar a una persona y ordenar la muerte de dos presuntos informantes federales en 1990 y 1991, con la intención de controlar el tráfico de drogas en Brownsville (Texas).
Además, el narcotraficante ha sido el primer ejecutado bajo la ley de Abuso Antidrogas (1988), que impone la pena de muerte a los convictos de asesinatos relacionados con el tráfico de drogas.
El alcaide de la prisión, Harley Luppin, declaró muerto a Garza a las 12.09 GMT (9.09 de Argentina) después de administrarle tres dosis -con un minuto de diferencia- de un compuesto de pentotal sódico, bromuro y cloruro de potasio que provocan un paro cardíaco y respiratorio.
Los testigos que presenciaron la ejecución dijeron que lo vieron tranquilo y que les miró al entrar en la sala de ejecución, un recinto cerrado pero con ventanas acristaladas a través de las que contemplaron la ejecución.
Uno de ellos, una reportera de un diario local, señaló que Garza llegó maniatado y vestido con una camiseta blanca, y que, tras la inyección, se le vio mareado y murió después.
El alcaide Luppin declaró muerto a Garza y expresó que fue difícil el cumplimiento de dos penas de muerte en una semana, pero que procedieron de manera profesional, digna y compasiva.
En el exterior del penal federal de Indiana, los activistas contrarios a la pena de muerte entonaron varias canciones de protesta, al igual que hicieron hace una semana en la ejecución de McVeigh.
La ejecución de Garza se produjo también en medio de protestas porque las condenas a la pena capital a menudo se producen en los mismos estados y casi siempre se imponen a convictos negros o hispanos, de pocos recursos o con enfermedades mentales.
Sin embargo, aunque el escenario era el mismo que cuando fue ejecutado McVeigh, la presencia de los medios de comunicación no llegó ni a la décima parte. Ayer apenas había 75 periodistas mientras que más un millar estuvieron en la ejecución de de McVeigh.
Garza agotó todos sus recursos y tanto el presidente George W. Bush como el Tribunal Supremo de EEUU rechazaron sendas apelaciones en su favor.
Bush, que siendo gobernador de Texas hizo cumplir 152 ejecuciones, no encontró fundamentos que justificaran su clemencia.
Por su parte, el fiscal general (ministro de Justicia), John Ashcroft, dijo ayer mediante un comunicado de prensa que Garza era culpable "sin ninguna duda" de la muerte de tres personas, por las que fue condenado, y responsable del asesinato de otras cinco.

Niegan racismo

Ashcroft subrayó que Garza "cometió personalmente el asesinato de Thomas Rumbo al dispararle cinco veces en la cabeza y en el cuello.
Ordenó el asesinato de Erasmo de la Fuente y pagó a cada uno de los asesinos 10.000 dólares. Ordenó el asesinato de Gilberto Matos, y recompensó a los asesinos con dinero y un automóvil".
Rechazó, además, las acusaciones de que ha habido racismo en el caso de Garza y subrayó que siete de sus ocho víctimas eran hispanos, pues "fue responsable de los asesinatos de Antonio Nieto, Bernabé Sosa, Diana Flores, Oscar Cantú y Fernado Escobar".
Ashcroft agregó que "el fiscal del caso es hispano, el juez que presidía es hispano, al menos seis de los jurados son hispanos", pero no se refirió a que al jurado no se le informó de que la alternativa a la pena de muerte era la cadena perpetua y que al imponer ese castigo EEUU podía violar dos acuerdos internacionales.
La sentencia a muerte de Garza iba a ser ejecutada en diciembre pasado, pero el entonces presidente Bill Clinton la postergó después de que una investigación del Departamento de Justicia encontrara profundas disparidades raciales y geográficas en el uso de la pena de muerte para casos federales.

El muerto 154 para el presidente

La muerte de Garza no atrajo tanta atención como la de su antecesor. Los representantes de los medios de prensa que asistieron a la ejecución de McVeigh fueron 1.400, pero sólo 75 los periodistas interesados en los últimos instantes del hijo de inmigrantes mexicanos.
Pero el peso político de la ejecución de Garza fue mayor que la del terrorista, que había confesado ser el responsable de la muerte de 168 personas en Oklahoma City, pero que no obligó a la Casa Blanca a pronunciarse sobre su vida.
En cambio el narcotraficante texano había involucrado directamente en su destino al presidente George W. Bush, a quien le pidió un gesto de clemencia: su objetivo era que transformara la pena de muerte en reclusión perpetua.
Bush regresaba de su gira europea, en la que sintió la hostilidad de los países que se oponen a la pena de muerte y Garza podía ser, para la mirada de los analistas, el primer banco de prueba para inferir la reacción del mandatario sobre la cuestión.
Las señales de intransigencia no pudieron ser más claras. El propio Bush dieo luz verde a la inyección letal
Esperó que la Corte Suprema diera su doble negativa a la postergación, y se pronunció a 14 horas de la ejecución, negando la clemencia y autorizando por 154 vez en su vida (152 como gobernador y dos como presidente), una muerte legal.

El "capo" de la droga mostró su lado humano

Juan Raúl Garza luchó por su vida hasta el último minuto con la misma energía que aplicó para labrarse un equivocado futuro económico en Estados Unidos tras una niñez de pobreza en México.
Sin embargo, los fiscales señalaron que en este país que predica la libre empresa, uno no puede hacerse millonario a través del narcotráfico.
Considerado por sus dos hijos como "padre bondadoso, amable y sencillo", Garza fue declarado culpable y condenado a la pena capital por asesinar a al camionero Tom Rumbo y ordenar la muerte de dos presuntos informantes federales cuando dirigía una red de narcotráfico en Brownsville (Texas) en la pasada década.
De haber estudiado habría sido abogado, según dijo a su hijo Juanito, de 12 años, tras reunirse con él en la celda donde también la esposa de Garza, Liz, y otros dos hijos celebraron el más amargo y triste "Día del Padre".
Ni sus familiares más directos ni sus parientes en México sabían, según dicen, de sus actividades en el narcotráfico.
Según sus familiares, cuando era niño, Garza nunca supo lo que era tener un juguete, y repartía diarios y frutas de puerta en puerta. Tras establecerse en Estados Unidos en los años "80, Garza trabajó en los ferrocarriles de Brownsville. Todo cambió en 1986, cuando fue detenido en Nueva Orleáns con 18.000 dólares en efectivo escondidos en sus botas. Desde entonces, Garza siempre tenía dinero cuya procedencia nunca pudo explicar.
Su suerte quedó sellada cuando Bush indicó que no había justificación ni méritos para aplazar la ejecución.
   
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