Martes 19 de junio de 2001
 

"No sabíamos de un monstruo semejante frente a nuestra casa"

 

Crudo testimonio de una víctima de la explosión en Río Tercero que hoy vive en Neuquén. El fiscal Carlos Stornelli pediría anexar la explosión de Río Tercero a la investigación por la venta de armas. A cargo de un juez federal de Córdoba, la causa fue caratulada "estrago culposo calificado". Menem había dicho que se trató de "un accidente", pero siempre se sospechó de una maniobra para ocultar los faltantes de armamento. Hubo siete muertos y más de 300 heridos. Para Elvira Ferreyra, que perdió su casa, "fue un atentado".

  Nació y se crió en Río Tercero, Córdoba. Su padre fue obrero mecánico de Fabricaciones Militares durante 30 años, templando el acero para armas que, entonces, se exportaban a países limítrofes. Cuando su padre enfermó de cáncer, los médicos de Córdoba dijeron que probablemente adquirió la enfermedad por las altas temperaturas de los hornos donde trabajaba.
Como muchos argentinos vinculados al trabajo en empresas que fueron del Estado, Elvira Ferreyra recuerda los tiempos de prosperidad y seguridad que desde la instalación de FM, en la década del "30, hubo en su pueblo: dejó de ser un lugar de agricultores y ganaderos para convertirse en un centro industrial que daba trabajo estable, salud, educación, recreación y bienestar. En su momento de apogeo, la fábrica contaba con unos 3.000 trabajadores.
El 3 de noviembre del "95, ella se preparaba para vivir un día más, como otros. Con su casa separada sólo por una calle del predio de FM, estaba habituada a regulares temblores producidos por operaciones de la fábrica. "Ese día era calmo como todos los demás -recuerda- porque ya la fábrica estaba con muy poco movimiento, no había mucho trabajo, porque los empleados fueron despedidos, algunos con retiro voluntario y otros obligatorio. Se decía que la fábrica producía pérdidas. Era un día tranquilo. Solamente pasaban algunos camioncitos dentro del predio de la fábrica recogiendo leña y a las 9 menos cuarto se sintió una explosión que era bastante común porque de toda la vida probaban el cañón y las vibraciones de las casas eran una cosa normal. Se movían los vidrios, las puertas".
"En un primer momento se pensó que la fábrica estaba probando el cañón, pero no fue así. En esa primera explosión se desplomaron todas las puertas y todas las ventanas y allí nos dimos cuenta de que había algo más que probar el cañón, que había explotado la fábrica. Se empezaron a ver llamaradas y mucho humo. Salimos todos los vecinos a la calle. Fue realmente un horror ver eso, el trotyl volando sobre el asfalto, ver que cada vez había más fuego, se hacía como un hongo de humo y de fuego. Salimos corriendo y comenzaron a llegar autos, camiones, ambulancias en solidaridad con esto que nos estaba ocurriendo".

Destrucción total

Después del pánico de la primera detonación, dijo que trascurrieron nueve minutos hasta que ocurrió una segunda. Fue tiempo suficiente para buscar refugio, escapar a clubes, al campo, alejarse del peligro. "La segunda fue la detonación mayor. Las casas y todo lo que encontró a su paso se derrumbaron completamente, una destrucción total. Mi casa se quemó la mitad y la otra mitad se derrumbó. A los ocho días volvimos, acompañados por la división Explosivos de la provincia de Córdoba. Había un caminito entre las bombas sin detonar. Yo fui a buscar mis documentos y en ese momento me pude asomar por lo que fueron ventanas y puertas: todo quemado y el resto caído, destruido. Parecía que la casa estaba parada, en pie, porque la onda expansiva de las explosiones levantó el techo, como una tapa, y lo volvió a bajar. Fue un corte a la altura de los cimientos, parecía una casa de cartón. Se levantó unos centímetros del suelo y se volvió a apoyar".
El mismo día del estallido, el entonces presidente Menem aseguró que "fue un accidente, no un atentado". La única querellante en la causa penal, Ana Gritti, viuda de una de las siete víctimas, Hoder Francisco Dalmasso, pidió a la justicia en abril del ยด99 que se cite a declarar a Menem para que explique por medio de qué informes tuvo tal certeza. El pedido incluía al entonces gobernador cordobés Ramón Mestre, al ex jefe del Ejército Martín Balza y a otros ex funcionarios.
Elvira Ferreyra fue vecina de Ana Gritti y, como ella, no dudó nunca de que fue un desastre provocado. "En un primer momento, pensamos que eran los polvorines; éramos conscientes de que en la fábrica había pólvora. De lo que no éramos conscientes es de que había armas de fósforo blanco. Esto se supo con el correr de los días, pero sí se supo a las 24 horas de la explosión que había sido intencional. Siempre los habitantes de la ciudad supimos que fue un atentado porque los medios empezaron a sacar todo este tema de la venta de armas y aparte las investigaciones que se comenzaron a hacer en forma inmediata mostraron que no era pólvora lo que había, sino material bélico que coincidía con el que se mandaba a Ecuador y Croacia".

Lo que se escuchaba

Dice que se escuchaba hablar también, antes de la tragedia, de tráfico y venta de armas. "Se escuchaba, pero no sabíamos que lo teníamos tan cerca, que la fábrica de donde se extraían las armas era lo que teníamos frente a nuestra casa. No sabíamos que teníamos un monstruo semejante frente a nuestra casa. Y no se iba a saber tampoco más de no ser que a los 20 días de la explosión mayor del 3 de noviembre hubo otras detonaciones importantes, que si bien no produjeron ninguna víctima personal terminaron de destruir algunas casas que estaban semidestruidas. Entonces allí continuó la investigación y en el polvorín llamado número 5 encontraron cantidad de armas de fósforo blanco que, gracias a esa explosión, fueron descubiertas y trasladadas a La Quintana, un lugar preparado para guardarlas sin producir daño a la población en caso de detonación".
Hasta el estallido, muchos pobladores de Río Tercero pensaban ya en dejar la ciudad. Los buenos tiempos habían empezado a opacarse en la década del "80, menguaban los puestos de trabajo, declinaba la producción de la fábrica. También Elvira Ferreyra buscaba otro horizonte. Lo encontró en Neuquén, donde desde el "96 trabaja como maestra.
Con la indemnización por la destrucción de su casa pagó parte del departamento que comparte con su hijo adolescente. La memoria de la tragedia la persigue, infatigable, y quiere escribir la crónica de esos días terribles.
Hoy dice que no hubo explicaciones ni disculpas oficiales por el desastre, y recuerda que "Ramón Mestre y Carlos Menem, esa misma tarde de las explosiones, bajaron a la ciudad y preguntaron cuántos muertos había. Les dijeron "cinco" y entonces preguntaron si eran 5.000, o sea que suponían que cinco no podía ser, que eran demasiado pocos. No dieron explicación, lo arreglaron, digamos, con un resarcimiento económico para todos. Excepto la abogada Gritti, no hubo mucha conciencia. Como cobraron mucho dinero, creyeron que había que callarse, como que eso tapaba todo lo que había pasado. Creo que tuvieron miedo".

Mónica Reynoso

Foto: Elvira Ferreyra perdió su casa en Río Tercero por las explosiones. Hoy vive en Neuquén y recordó la tragedia.

   
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