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CIPOLLETTI - El primer indicio surgió a partir de un hecho fortuito: un testigo que apenas había sido tenido en cuenta durante la Instrucción, llamado Rafael Huirimán Lloncón, no pudo ser escuchado durante el juicio porque falleció en un accidente de tránsito. Los jueces de la Cámara Segunda convocaron entonces a todas las personas que tuvieron contacto con él para reconstruir su declaración, en la que refería un presunto abordaje violento de las víctimas por parte de los ocupantes de dos vehículos.
Ese gesto del Tribunal cobraría dimensión después, cuando convirtió en hábito el esquema de recoger muchos de los cabos sueltos que habían ido dejando el juez Pablo Iribarren y el fiscal Alvaro Meynet durante su investigación.
Comandados por César López Meyer, los magistrados se internaron por hipótesis abandonadas o sobre las cuales consideraron que no se había profundizado lo suficiente. Y cuestionaron la validez de pruebas que nadie criticaba.
Pese a esta vocación por investigar, varias líneas quedaron de lado (ver aparte).
Poco a poco, los jueces fueron convirtiéndose en los protagonistas del debate y abandonaron el rol pasivo que habían mantenido al principio. Hasta que al final quebraron definitivamente una de las consignas que habían enunciado en la primera audiencia: "el Tribunal no tiene la función de investigar como juez; sólo debe decidir si las conclusiones de la investigación son correctas".
Los que quedaron en un rol pasivo fueron entonces acusadores y defensores.
Unos tras otros, los jueces llamaron a testigos que hablaron de autos, de muchachones en partidos de fútbol, de fiestas con prostitutas, de encubrimiento judicial, hasta llegar al extremo de tocar una cuerda tan sensible que hizo tambalear una de las bases sobre las que se apoyaron tres años de investigación: la hora de las muertes de las víctimas.
El punto límite
Después de escuchar a los forenses de la Corte Suprema, quienes dijeron que las chicas murieron entre las 7 y las 19 del lunes 10 y no a partir de la noche del domingo como afirma Hamdan, algunos entendieron que se había llegado demasiado lejos con la política de abrir el juego. "No tendríamos que haber permitido que los jueces hicieran esto", se lamentó una de las partes del juicio que habló con este diario.
José O"Reilly, el abogado de la familia González, lo expresó con todas las letras: "advierto desconfianza de los jueces hacia pruebas que no fueron objetadas por las partes", dijo. "Se están contradiciendo: dijeron que no investigaban pero comenzaron un proceso de instrucción con testigos fuera de lugar".
Es que para el fiscal, los querellantes y los defensores el juicio terminó mucho antes que para los jueces.
Ellos habían ofrecido 84 testigos que consideraban suficientes para probar la culpabilidad o inocencia de Kielmasz y González Pino, y en verdad hasta pareció que muchos de esa lista estuvieron de más. Por ejemplo todos los que fueron citados para hablar del croquis o para ilustrar sobre lo desastrosos que fueron los momentos iniciales de la investigación, temas que se juzgarán en otras causas.
Sin embargo los jueces tomaron las riendas e hicieron una investigación complementaria, pese a que también habían declarado sus simpatías por las nuevas tendencias procesales que vedan a los magistrados el ofrecimiento de pruebas y hasta la formulación de ciertas preguntas.
¿Por qué lo hicieron? Nadie acierta a una respuesta categórica. Las especulaciones van desde que los jueces resultaron muy sensibles al escepticismo de la gente, hasta que están pensando en su responsabilidad y en la imagen que quedará de ellos después de su tránsito por un proceso histórico para la provincia.
¿O acaso habrá sido la parte acusadora la que no comprendió la dimensión de lo que se estaba juzgando, y abordó de manera esquemática un expediente que se salía del promedio de los que están habituados a manejar?
Sea por el motivo que fuera, la política aperturista del Tribunal demostró que las líneas sueltas de la investigación conducen a callejones cerrados.
Después del largo rodeo que dio el debate durante dos meses, el arma homicida sigue estando en manos de Claudio Kielmasz y todos los indicios que lo conectan con los crímenes se mantienen en pie.
Como dijo también López Meyer con acento grave en esa primera audiencia: "aunque queden cosas por resolver, este juicio al menos para las dos personas que están acusadas no es poca cosa. No es poca cosa".
Hay caminos que no se recorrieron
CIPOLLETTI- El seguimiento de distintas líneas de investigación ajenas a la requisitoria fiscal, sorprendió. Sin embargo, no se ahondó en caminos que podrían haber ayudado a llegar a la verdad.
•Caso Farías: Es un antecedente que no quedó asentado judicialmente, pero hay testigos que dan cuenta de ello. Se trata del primer hecho con armas que protagonizó Claudio Kielmasz, cuando tenía 11 años. Según aseguran, en una zona rural de Roca, el imputado por el triple crimen trasladó unos mil metros a punta de pistola a dos menores prácticamente de su misma edad. Todo ocurrió por un desplante, porque una de las chicas no quería ser su novia. El padre de la adolescente lo sacó a "escopetazos" de la propiedad, luego de escuchar gritos y un disparo de Kielmasz. No hubo heridos.
Este episodio ni siquiera se mencionó en el debate. El único antecedente delictivo que se analizó durante la instrucción y que escuetamente se apuntó, fue el intento de violación en el que estuvo involucrado Kielmasz en La Plata.
Por ese hecho tampoco se hizo causa, pero Mario Dubreuil, pastor de la iglesia a la que concurría el detenido, aseguró que el padre de la chica "vino a Cipolletti a buscarlo porque quería hacer justicia".
•Caso Opazo: Kielmasz fue considerado "autor" de la muerte de Yanet Opazo y la tentativa de homicidio de Claudina Quilapi. Por este asesinato, ocurrido en junio del "93 en Cipolletti, el sospechoso del triple homicidio fue procesado. Pero luego, a pesar de que había testigos que lo identificaban en la zona, lo sobreseyeron. Si bien el caso está cerrado, el jefe de la comisión de Policías Federales, Rodolfo Artese, dijo durante el debate que "nosotros pensamos que estos hechos tienen relación".
•Pericias psicológicas: Aunque una psicóloga de la U9 de Neuquén dictaminó que Kielmasz tiene tendencias "psicopáticas" no se pidió ninguna otra pericia psicológica para profundizar este aspecto de la personalidad del sospechoso.
•Los cordones: No se le preguntó al forense Hamdan por el hallazgo de cordones de zapatos. Según el informe que consta en el expediente, debajo del cadáver de Paula, entre la tierra que ocultaba su cuerpo, estaba el cordón de Verónica Villar y un cordón de zapatilla blanca. Este es un elemento más para determinar que los cuerpos no fueron trasladados.
Por otra parte, a lo largo de dos meses de audiencias se produjeron hechos inesperados, como el debate de dos causas conexas. Los jueces habían anticipado que se iban a ventilar después, pero resolvieron hacerlo en forma simultánea con la principal. Hicieron sentar en el banquillo de los acusados a los policías Luis Minervini y José Luis Torres, ambos acusados del delito de encubrimiento.
Sin embargo, hay varios aspectos que se esperaban para el juicio o se anunciaron, y no se concretaron. Entre ellos figuran:
•La aparición de un arrepentido: Los familiares de las víctimas alimentaban la esperanza de que se presentara algún arrepentido o que un testigo se quebrara al declarar.
•La declaración de Kielmasz: Cientos de veces anunció que hablaría en el juicio, pero no lo hizo.
•La utilización del polígrafo: El juez César López Meyer propuso incorporar el detector de mentiras (polígrafo) para algunos testigos y los imputados. Pero su iniciativa encontró oposición.
•El croquis: En la requisitoria, el fiscal Alvaro Meynet pidió que se analizara qué sucedió con el croquis que confeccionó Kielmasz y que según las familias les llegó de manos del gobernador. Algunos testigos hablaron sobre el tema en las audiencias, pero no quedó claro qué sucedió. Se presume que se abrirá una causa paralela.
•El descarte: de las versiones aportadas por Ricardo Solís y Luis Minervini. Los dos policías provinciales dieron versiones distintas sobre los crímenes. Ambos mencionaron nombres de personas conocidas de Cipolletti, pero ninguno aportó pruebas para avalar lo que decía.
Momentos difíciles de olvidar en el debate más extenso
CIPOLLETTI- Hubo emoción, llantos, tensión, cruces verbales, sorpresas y vacilaciones; las 19 audiencias del juicio oral tuvieron momentos difíciles de olvidar que quedaron como mojones dentro del debate más extenso de la historia judicial rionegrina.
•Los más doloroso. Cuando se habló del sufrimiento padecido por las víctimas. Los familiares, sentados en primera fila, no pudieron contener las lágrimas.
•El quiebre. Cuando Ulises González relató el momento en que aparecieron los cuerpos. No pudo seguir hablando después de repetir una frase que le dijo el subcomisario Seguel: "no la hagamos más difícil, las chicas están muertas".
•Las miradas. De Susana Guareschi a Claudio Kielmasz. En las primeras audiencias se sentó muy cerca del imputado y no le sacó la vista de encima. Después hizo lo mismo con el ex comisario Torres.
•Los gestos. Kielmasz empezó el juicio nervioso y con la mano vendada por las secuelas de una operación. No se ocultó para que los testigos lo reconocieran pero se molestó con los fotógrafos. Lloró cuando declaró su concubina Alicia Guanque. Algunas veces se lo vio reír con ironía.
•La frase. "¿Cómo vas a pensar que yo voy a hacer algo así?" Se lo dijo Kielmasz a su concubina antes de que se supiera que las chicas habían sido asesinadas.
•La indignación. Cuando el ex comisario Torres dijo que había tenido una visión de Paula González, una noche en que estaba detenido en la alcaidía. Los familiares se lo reprocharon a gritos.
•La indignación II. Cuando quedaron expuestos los errores en la investigación cometidos por personal policial. Hubo de todo, desde el manejo de las ropas de las víctimas, las irregularidades en los partes diarios hasta las omisiones en las actas.
•Los faltazos. De Guillermo González Pino. Asistió a la mitad de las audiencias, el resto prefirió quedarse en su celda.
•Los faltazos II. Poca gente asistió al juicio y el salón del sindicato de Luz y Fuerza, de 315 butacas, quedó demasiado grande.
•Asistencia perfecta. Para los familiares de las víctimas. No faltaron nunca.
•Las manifestaciones. Hubo dos: una en la calle, al comenzar el juicio. Otra en la sala, contra Jouliá.
•Los carteles. Colgaron varios en la puerta del sindicato. "No al juicio trucho" decía el más grande y no faltó nunca.
Cruces, frases y desencuentros
•Desencuentros. En la primera audiencia, Ofelia Villar apenas aceptó el saludo del fiscal Scilipotti. Cuando comenzaron a ventilarse las causas conexas, Dalmazzo apenas respondió el saludo de su colega García Osella, defensor de Torres.
•Cruces. Entre el Tribunal y Dalmazzo. No le permitieron algunas preguntas al ex jefe de policía Elosegui, y le reprocharon la manifestación en plena sala contra Jouliá. "Esa es gente suya", le dijeron.
•Un hábito. Los discursos de López Meyer al abrir cada audiencia para explicar alternativas del proceso y, en algunos casos, para reprochar aspectos de las publicaciones periodísticas. Fueron bautizados como "el sermón de la mañana".
•Las declaraciones más largas. Ulises González, Sandra González e Ismael Hamdan hablaron tres horas cada uno.
•El interrogatorio más intenso. Sólo los defensores de González Pino le hicieron 128 preguntas a Sandra González.
•La polémica. Cuando Sandra González reveló supuestas costumbres sexuales de González Pino.
•El reconocimiento más dudoso. José García aseguró haber visto a las chicas caminando por calle San Luis. "Las miré como hombre", dijo, y describió a Verónica Villar tal como se la ve en la foto del diario. Pero la joven tenía el cabello más corto.
•Casi un insulto. Elosegui le sugirió a Dalmazzo "que se desasne".
•La justificación. Otra de Elosegui: cuando le pidieron que explicara por qué si había 500 policías buscando a las chicas había sido un civil el que encontró los cuerpos, respondió: "al mejor cazador se le escapa la liebre".
•El adjetivo. "Pregnante". La testigo Cecilia Garrido lo repitió hasta el cansancio. No figura en el diccionario, ella explicó que se refería a la impronta que deja una imagen.
•La distención. Cuando Claudio Cabezas habló de la pasión por el juego. "Algunos llegan arrastrándose a jugar".
•Los testigos reticentes. Hubo varios, pero quizá el caso más curioso fue el del policía Héctor Sánchez quien declaró en la causa Torres: "no recuerdo nada pero me ratifico de todo lo que dije", afirmó. |