Martes 26 de junio de 2001

 

Los nuevos "bobos" norteamericanos

 

"Bobos en el paraíso" del periodista David Brooks, ex editor de "The Wall Street Journal", analiza la nueva generación de empresarios exitosos de Estados Unidos.

  Buenos Aires.- Dispuestos a reformar la sociedad a través de la cultura y no mediante la política, los "BoBos", un término que resume las aspiraciones "bourgeois" (burguesas) y "bohemian" de la nueva élite estadounidense, representan una combinación entre los hippies de los sesenta y los yuppies de los ochenta según describe David Brooks en su reciente libro "BoBos en el paraíso".
Aunque durante el siglo XX se pudo distinguir sin dificultad al burgués del bohemio, en la década del 90, las cosas cambiaron y la idea que comenzó a predominar fue la de conseguir el éxito material sin dejar de lado la rebeldía. El autor de este libro, recientemente editado por Grijalbo, y distribuido en la Argentina, se incluye en el grupo y asegura que "somos gente adinerada pero que tratamos de no convertirnos en seres materialistas".
Periodista del "The Washington Post", del "New Yorker" y "The New Republic", Brooks cuenta como después de cuatro años de ausencia regresó a los Estados Unidos y observó algunas peculiaridades. "De repente, gigantes empresarialse como Microsoft y Gap salían a la palestra citando a Gandhi y Jack Kerouac en sus campañas publicitarias. Las reglas concernientes a la posición social estaban vueltas del revés y los abogados de moda llevaban gafitas minúsculas de montura metálica porque quedaba mejor parecerse a Franz Kafka que a Paul Newman", relata.
Contra todo pronóstico y tal vez contra toda lógica, "la gente parecía haber combinado los contraculturales sesenta con los ambiciosos ochenta en un único código social".
Brooks no tardó en darse cuenta de que "asistía a la consecuencia cultural de la era de la información (...) las personas que florecen en este período son las capaces de convertir ideas y emociones en productos", mencionó. Al referirse a los "BoBos", el periodista incluye sobre todo a unos diez millones de estadounidenses -con una irradiación que toca a las clases más privilegiadas de otros partes del mundo-, que ganan más de 100.000 dólares al año. Un sector social con títulos superiores, viajes al extranjero, cargos en la sociedad de la información, que a pesar de tener dinero, éste sólo cuenta a la hora de materializar una visión creativa.
Hay que aclarar que la forma de ganar el dinero es capital, pero lo decisivo es cómo gastarlo. Una regla de oro de un "BoBo" indica que nunca hay que gastar grandes sumas en objetos de lujo. Y hay una serie de datos clave para identificar a los "BoBos" que Brooks describe minuciosamente: un comprador culto compra cosas básicas; practica el perfeccionismo de las cosas pequeñas, vive la informalidad, sigue los gustos del proletariado, entre otros ítems.
"El "BoBo" es como un refinado intelectual del consumo, un científico del pequeño placer, un complejo experto de lo simple (...) son coleccionistas de cucharas de madera, visitantes de las ferias de cerámica tradicional, expertos en aceites del Mediterráneo o amantes de los instrumentos musicales de alguna tribu centroafricana", describe el texto.
Según Brooks, este establishment "BoBo" posee la ventaja sobre otros de que tiende a fomentar el anhelo de la comunidad. Los 60 y los 80 fueron años en los que se reivindicó con fuerza la libertad y el individualismo. Ahora los "BoBos" de todo el mundo "lideran una tendencia que se dirige a reducir la libertad mediante el regreso a nuevas formas de autoridad, en las escuelas, en la familia, en las costumbres públicas, en el orden de las ciudades, en la batalla contra las drogas, la contaminación o el tabaco".
"Todo ello sin renunciar a nada; no mediante la revolución o la subversión, sino a partir de modales estéticos tan característicos de nuestro tiempo de ética indolora y compromisos tibios", sintetiza en el libro.
Con lucidez, el autor señala que los BoBos "hemos convertido un saludable escepticismo ante la acción gubernamental en un negativismo corrosivo, que nos torna pasivos incluso cuando presenciamos prácticas políticas que nos avergüenzan. En resumidas cuentas, nuestra vida nacional se ha comprimido, nuestro espíritu público ha quedado contaminado por el cinismo, nuestra capacidad de hacer grandes cosas se ha debilitado a causa de la inactividad".
Y finaliza con una advertencia a esa élite joven "que apenas es consciente de su carácter de élite y de sus capacidades: Se cierne sobre nosotros la amenaza de una nueva era de autocomplacencia, que puede resultar tan peligrosa para nuestros sueños como el exceso imperialista o la derrota en la guerra". (Télam)
   
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