Viernes 22 de junio de 2001

 

Un contrabajo patagónico en Buenos Aires

 

Andrés Fuhr se presentó el martes por la noche junto a "Quintino" Cinalli en un repleto Club del Vino

  Recién había puesto el pie en el hotel cuando ya estaba agendando el encuentro con "Río Negro"; siguieron los ensayos, la selección de fotos, más ensayos, pruebas de sonido y trabajos para terminar el compacto, próximo a salir, que grabó con Marcelo "Quintino" Cinalli, baterista y líder del trío que completan Leo Genovese en piano y Andrés Furh en contrabajo.
El martes 19, pasaditas las 22:30, Andrés pulsó una vez más su contrabajo en el concierto que sirvió de presentación-anticipo del tercer trabajo discográfico de Quintino, registrado para Melopea: material original y diferente a sus producciones anteriores, en el que la improvisación jazzística y la libertad musical asoman ya más cerca del candombe y la murga. En el cedé participan además invitados de distintas corrientes, como Walter Ríos en bandoneón, el percusionista uruguayo Hugo Fatorusso, Carlos Lastra, Pablo Agri, Enrique Norris, Damián Bolotín, Patricio Villarejo y Juan Cruz Urquiza, entre otros.
En el corazón de Palermo, el Club del Vino estaba tan colmado –por más de doscientas personas- que comenzaron a ocuparse los pasillos, un par de mesas servían para dos o tres apoyos, se llenó el primer piso. Bajo el escenario, mientras Cinalli terminaba de cambiarse, Leo se ajustaba los zapatos, Furh iba y venía, ya listo. "Venimos hace meses enfocados con esto. Primero era una fecha lejana y ya estamos acá a segundos de tocar con toda la gente esperando. Tensión hubo en los días previos, ahora estoy con la pilcha puesta, el sonido armado, ya probamos."
La disposición clásica de los tríos muestra al piano frente a la batería, ocupando sendos laterales de la escena, el contrabajo al centro, "pero el grupo está armado en torno a Quintino y la batería en el medio, a su derecha, Leo y a la izquierda, yo, ubica Andrés.
Desde el primer tema a toda orquesta con Ríos en bandoneón, Agri en violín, el cello de Villarejo, el trío se metió al público en el bolsillo con una equilibrada mezcla de sutilezas, polenta, solos y ensambles. Noche de homenajes a John Coltrane, los hermanos Fatorusso, Rubén Rada, a Miles Davis; al padre de Quintino a quien le dedicaron una delicada versión de "Siempre así", del mismo Cinalli, en dúo de piano y la trompeta con sordina de Enrique Norris; y a los músicos presentes en sala, el guitarrista Ricardo Lew, Bernardo Baraj, Litto Nebbia, Daniel "Pipi" Piazzolla, visibles entre otros.
"Hay una tradición de casi cuarenta años de contrabajos virtuosos y melódicos, cuasi guitarrísticos por momentos. Cuando hace partes agudas, muy locas, suele comparárselo con una guitarra española y su sonido tan acústico. Pero ocurre que el jazz no es música masiva y quienes no lo escuchan, reconocen al contrabajista dibujando sonidos y les sorprende no verlo haciendo sólo ritmo. Creo yo que la historia ésta, comienza con Scott Laffaro, contrabajista de Bill Evans en los 60, fue el primero que se avivó de bajar la altura de las cuerdas respecto al mástil (o diapasón). Antes no había buenos sistemas de amplificación para el instrumento, que tenía las cuerdas altas para producir mucho volumen y poder tocar junto a una orquesta con bronces. Laffaro acortó esa distancia, bajó el puente (que tensa las cuerdas casi en el centro de la gran panza de resonancia), perdiendo un poco de sonoridad pero ganado en ductilidad. Desarrolló una técnica fenomenal."
- ¿La estudiaste particularmente?
-Yo soy autodidacta, no tuve un maestro formal del contrabajo. Aprendí escuchando y sacando. Hice algunos años de Conservatorio en guitarra clásica, en el INSA en Roca. Me formé escuchando a Laffaro, Eddie Gómez, Mark Johnson, Dale Holland... Viendo, resolviendo, tocando. Cuando me compré el primer instrumento, tuve una química instantánea con él. Me había empezado a embalar con la idea de tenerlo, conseguí uno, más o menos a mis veinte años, y al mes ya estaba tocándolo en un recital. Sentirlo es tremendo, mucho más cuando toco acústicamente y sin amplificación, como me sucede en casa.
- ¿Y esto de abordar el jazz, cuando hay tantas otras posibilidades en los ritmos regionales de nuestro país y los tan ricos de Latinoamérica?
-Fue también una cuestión de química. Yo escuchaba rock en la adolescencia, viré hacia la música instrumental, pero me gusta mucho el tango, lo hago en grupos; como guitarrista participo en otros conjuntos. Pero lo de los ritmos regionales es una cuenta pendiente, me intereso mucho la fusión que se puede lograr con ellos y la temática jazzística, el tratamiento jazzístico que se les puede dar. Algo de lo que tocamos esta noche con Quintino y Leo, tiene elementos de murga y candombe rioplatense; con improvisaciones, con armonías un poco más extendidas.
"La libertad del jazz me sedujo -explica Andrés, sonrisa mediante-. Depara sorpresas, aún a mí que lo estoy tocando. Estás con una parte y lo que viene en el compás siguiente puede ser maravilloso... Es inefable eso... No podría contarlo en palabras, pero es un tipo de goce que algunos comparan hasta con el orgasmo. Te conmueve a todo nivel. Es tocar un ratito el cielo con las manos, cuando la cosa sale bien. Porque me ha pasado de tocar recitales enteros y nada me produjo esa sensación. Pero no digamos que en ese instante particular aparece el jazz. Yo estoy jugando, tocando y como soy un músico más o menos entrenado, tengo elementos por si no viene la musa inspiradora y me da una mano. Hay otras cosas para tocar, esto funciona así. No nos engañemos, el tipo que improvisa no larga genialidades una tras otra, hay un sistema de frases, recursos que se han ido incorporando y se tocan y tocan hasta que en algún momento uno conecta y empiezan a surgir las cosas buenas."
De esas que hubo a montones durante el concierto del Club del Vino que terminó ya comenzada la madrugada del miércoles. Las hubo para Cinalli, para el magnífico pianista Leo Genovese, en los saxos de Carlos Lastra o el bandoneón de Ríos. El contrabajo de Andrés pasó por el sostén rítmico destacado e incisivo o en segundo plano si correspondía; por solos de riesgo libremente resueltos; fue sensual, tenaz, sensible.
Se fundió con el trío y fue figura cuando le tocó el turno de aportar su digitación y su vuelo creativo. Suenan raros estos conceptos aplicados al contrabajo, pero así fue porque Fuhr no es un instrumentista más, un sesionista, por algo está con Quintino y Leo que pronto se va a estudiar a Boston y quizá el trío toque allá. Otra historia.
El recital, como definió Cinalli durante la presentación de los temas y las distintas formaciones que los secundaron, fue un homenaje a Rada, Fatorusso, Davis, Coltrane, a su viejo, pero también homenajearon a la música hecha con placer. Rara avis.

Eduardo Rouillet

   
® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación