Miércoles 6 de junio de 2001

 

Ver como atardece

 
  No sabemos donde queda la felicidad. Menos hoy. Que la dulzura de otros labios puedan constituir el único pasaporte hacia la realización, nos deja paticonfusos. Teniéndolo cerca, lo buscamos lejos.
Estamos condenados. Cioran decía que el hombre es un "animal que ha traicionado; la historia es su castigo". Esperamos en el horizonte la punta de las velas de un barco que no existe. Seremos felices nunca. Cada minuto de paz termina apagado por la sorpresa, el miedo o la hipocresía. En el mejor de los casos olvidamos. La mirada impertérrita, pegada a la pantalla del televisor, sobre el desfile de nalgas y estupideces de siempre.
Los "integrados" levantan triunfantes la bandera del desarrollo: "Nunca se leyó como ahora", gritan y esgrimen las pruebas de lo irrefutable. Tal vez ignoran que estas dos últimas décadas marcan un hito en materia de consumo para Occidente. Hoy mismo, alguien acaba de romper un récord. El volumen de palabras, vaya logro.
El Primer Mundo queda, por lo menos en un principio, en el interior de nuestras conciencias. No hay Primer Mundo sin determinadas reglas del juego. Y el confort del desarrollo deja todavía muchas preguntas sin contestar. ¿Suponemos acaso que el norteamericano tipo, bebedor compulsivo de fútbol americano y cerveza, está más cerca del Olimpo que nosotros?. Hay un Primer Mundo ético, estético, pasional, espiritual, amoroso que nada tiene que ver con el ingreso per cápita. La fatalidad o el dolor, ese quiebre al silencio que impone la rutina, nos vuelve sobre los pasos dados. En la tormenta descubrimos la sonrisa de los chicos, el placer concentrado en una canción o las líneas mágicas de Borges. "¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una noches en el libro de Las mil y una noches? ¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector de Quijote, y Hamlet, espectador de Hamlet?", escribe en "Otras inquisiciones" . Delicia. "La música debe volverte loco; si no, no es nada", decía a su vez el filósofo rumano.
Son demasiados los que quieren empezar al revés. Primero el aviso publicitario, después vemos como sigue. Pero sin no nos instruimos en la sensibilidad seguiremos perdidos entre espejismos: piernas de oro bronceadas en falsos caribes y su opuesto, la miseria. Si el arte no nos salva, nada lo hará. Las ideas creativas gobernarán la economía del mundo tarde o temprano. Curiosamente, son los países de ese Primer Mundo económico, ya que no emocional (pensemos sino en sus índices de suicidio y alcoholismo) quienes invierten sin chistar en los cerebros inspirados que revolucionarán el consumo otra vez, y desde otro ángulo.
Alguien explicó por ahí que en los períodos de desolación un repaso a la obra de Borges resulta un consuelo posible. Siempre que tengamos el don de la lectura y la palabra, podremos refugiarnos allí. Si carecemos de ellas, la prisión será eterna.
Basta con entender un atardecer, cuando el sol vira de amarillo a rojo, para empezar de nuevo e intentar la travesía de vivir.
Quienes se han acercado al límite del abismo, lo saben.

Claudio Andrade

   
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