La cultura hace la diferencia
Los cientistas Samuel P. Huntington y Lawrence E. Harrison son autores de "La cultura es lo que importa", un ensayo sobre las abismales diferencias sociales que agudizó la globalización y la importancia de la cultura en ella.
El volumen, recién lanzado por el sello Planeta, se hace eco de una tendencia creciente: con frecuencia cada vez mayor, los analistas se vuelcan a los factores culturales para explicar la modernización, la democratización política, la estrategia militar, la conducta de los grupos étnicos y los alineamientos y antagonismos entre países.
Tal vez las palabras más atinadas sobre el lugar que ocupa la cultura en los asuntos humanos sean las de Daniel Moyniham, para quien "la verdad central de los conservadores es que la cultura, no la política, es lo que determina el éxito de una sociedad. La verdad central de los liberales es que la política puede cambiar una cultura y salvarla de sí misma".
Hace ya casi medio siglo que el mundo dejó de prestar atención a la reconstrucción de los países devastados por la Segunda Guerra Mundial para preocuparse por terminar con la pobreza, ignorancia e injusticia en que vivían la mayor parte de las personas en Africa, Asia y América.
Tras el éxito del Plan Marshall en Europa occidental y el resurgimiento de Japón, el desarrollo se consideraba inevitable, en especial con la desaparición del yugo colonial. Sin embargo, a poco de entrar en el nuevo siglo, el optimismo ha sido desplazado por la frustración y el pesimismo: unos pocos países han seguido la trayectoria hacia el Primer Mundo y la amplia mayoría todavía ha quedado muy atrás.
En suma, el mundo de fines del siglo XX es mucho más pobre, más injusto y más autoritario que lo que la mayoría de las personas esperaban a mediados de ese siglo.
Así, ante la ineficacia del colonialismo y la dependencia para explicar esta situación, emerge un grupo de intelectuales -como los presentados en este libro- que han decidido concentrarse en el rol de los valores y actitudes culturales como facilitadores de los obstáculos al progreso.
Si bien es cierto que los factores culturales afectan el progreso humano y a veces lo obstruyen, los ensayistas que participan de la obra se muestran interesados en la cultura como una variable dependiente, que responda cómo puede la acción política o de otro tipo modificar o eliminar los obstáculos culturales al progreso.
"Estamos interesados en la manera en que la cultura afecta al desarrollo de la sociedad; si la cultura incluye todo, no explica nada. Por lo tanto, definimos la cultura en términos puramente subjetivos como los valores, actitudes, creencias, orientaciones y suposiciones subyacentes que prevalecen entre las personas que conforman una sociedad", aclara Huntington desde el prólogo.
El libro explora la forma en que la cultura, con ese sentido subjetivo, afecta el alcance y la manera en que las sociedades consiguen -o no- un progreso en el desarrollo económico y en la democratización política.
La mayoría de los autores convocados, entre ellos Francis Fukuyama, Jeffrey Sachs, Mariano Grondona y Carlos Alberto Montaner, coinciden en que las sociedades también pueden modificar su cultura como respuesta a un trauma importante, tal como ocurrió con Alemania y Japón, que tras las desastrosas experiencias de la Segunda Guerra Mundial dejaron de ser los dos países más militarizados del mundo para convertirse en los más pacifistas.
"De manera similar, Mariano Grondona ha sugerido que el progreso de Argentina hacia la reforma económica, la estabilidad y la democracia política de mediados de la década del 90, fue en parte resultado de sus desastrosas experiencias con una brutal dictadura militar y la hiperinflación", sostiene Huntington. (Télam).
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