Lunes 28 de mayo de 2001
 

Neuquén es una de las ciudades donde vive más gente sola

 

El hiperindividualismo, las nuevas pautas culturales que han dejado atrás el estigma que rodeó siempre a la soledad y la acuciante crisis económica llevan a que cada vez hay más hogares unipersonales, donde Neuquén se destaca por vivenciar como pocos centros urbanos de la Argentina esta tendencia mundial. Opinan especialistas en conductas individuales y sociales en este informe.

  Alrededor de 1.200.000 hogares eran unipersonales a comienzos de la década del "90, y según cifras parciales de centros urbanos abarcados por la Encuesta Permanente de Hogares de octubre de 2000, la tendencia es creciente, con cada vez más gente que vive sola.
El fenómeno, que registra los porcentajes más altos en las grandes ciudades, se inscribe en una tendencia mundial que muestra que en lugares como Manhattan el 75 por ciento de la gente vive sola, y en París lo hace el 50 por ciento.
La socióloga Susana Novick, investigadora del Conicet y del Instituto de Investigaciones Gino Germani y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, citó encuestas de opinión según las cuales en Buenos Aires la cantidad de gente que vive sola llega a 35 por ciento del total.
Las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares respecto de aglomerados urbanos reflejan que en la ciudad de Buenos Aires hay 23,9 por ciento de viviendas unipersonales, total que resulta tomando la cantidad de gente que vive sola en casas de uno, dos, tres, cuatro, cinco y más cuartos. Dentro de ese prorrateo, las viviendas de uno y dos ambientes que tienen un solo habitante alcanzan a 44 por ciento.
Buenos Aires tiene la cifra más alta del país de hogares unipersonales, y le siguen ciudades como Mar del Plata, con 19,4; Bahía Blanca con 18,8, La Plata y alrededores con 17,4; Río Cuarto con 16,6; Santa Rosa con 16,3, Comodoro Rivadavia-Tilly con 16,1, Rosario y Gran Santa Fe con poco más de 15 por ciento; Posadas y Neuquén con 14,9 y Gran Córdoba con 14,8 por ciento.
Esta encuesta marca un incremento en casi todos los centros urbanos comparando con el mismo relevamiento realizado en octubre de 1995, y aunque Buenos Aires y el conurbano se mantienen con pequeñas variaciones, hay ciudades donde el aumento de las viviendas unipersonas es significativo, como Tucumán, Mar del Plata, Corrientes y Neuquén.
Tucumán creció de 5 por ciento en 1995 a 10,6; Mar del Plata de 15,3 a 19,4; Neuquén de 11 a 14,9; Corrientes de 10,3 a 14,4.
Según los especialistas, se trata de un fenómeno que recorre distintos aspectos de la vida cotidiana y combina factores que van desde lo económico y social hasta lo cultural e ideológico.
Se mencionan como las principales causas la crisis del modelo familiar, asociado a los divorcios; los jóvenes que se casan más tardíamente; e incremento de las expectativas de vida, que lleva a que muchas mujeres mayores de 65 vivan solas.
Y la característica de la época, atravesada cada vez más por el hiperindividualismo y con nuevas pautas culturales que van dejando atrás -aunque en muchos sectores persiste- el estigma que rodeó siempre a la soledad.
"Este crecimiento de viviendas unipersonales está asociado a dos procesos, el del envejecimiento y el de la inestabilidad familiar, separaciones y divorcios que aumentan el número de personas que viven solas", precisó Novick.
"El individualismo, como ideología subyacente a este modelo social neoliberal, se ha fortalecido", dijo y añadió que "si no hubiera tanta crisis económica habría más jóvenes que se van a vivir solos, hablando sobre todo de la clase media urbana".
En esa misma línea se expresaron especialistas de otras áreas.
El número mayor de hogares unipersonales "responde precisamente a este hiperindividualismo actual", dijo Ester Díaz, filósofa, docente de la Universidad Nacional de Lanús y la Universidad de Buenos Aires, directora de Investigación en Ciencia y Etica de UBACYT y ensayista.
Aquel ideal moderno de independencia personal, de "yo con mi vida hago lo que quiero, si no me meto con nadie"", en definitiva "hace a esta especie de burbuja en las que nos estamos convirtiendo en esta etapa de posmodernidad", afirmó.
"Es cierto -continuó- que tenemos mas autodeterminación, pero esta independencia se paga con mucha soledad".
Por su parte, Irene Meler, psicoanalista coordinadora del Foro del Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, sostuvo que esta tendencia "tiene que ver con un proceso de individuación, y se da fundamentalmente entre los sectores medios y medios altos, porque los sectores populares comparten más la vivienda por problemas de recursos".
Al diferenciar los casos de hogares solitarios según las edades, Meler opinó que "en el caso de los jóvenes que viven solos el tema es que ya no es prerrequisito el casarse para salir de la casa de los padres, aunque todavía hay más varones que viven solos que chicas".
No es el caso de las edades adultas, en las que "hay más mujeres que viven solas por viudez y porque después del divorcio, los hombres tienden más a volver a casarse o convivir porque toleran menos la soledad, están más acostumbrados a contar con alguien que les brinde compañía y sexualidad", expresó.
"Es cierto -dijo el especialista en temas sobre masculinidad Sergio Sinay- que los hombres vuelven a armar parejas con más facilidad porque les resulta más difícil vivir solos que a las mujeres. El varón tiene negadas muchas de sus capacidades atribuidas siempre a la mujer y se siente como discapacitado en eso, por eso tiende a buscar otra mujer".
Más allá de la soledad del hombre o de la mujer y de las estrategias para enfrentarla, Díaz destacó otros aspectos que vinculan la soledad con la solidaridad.
"En los Derechos del Hombre ya queda claro que los sujetos en realidad somos individuos; la diferencia entre sujeto e individuo es que el sujeto está sujetado a las prácticas sociales de la época; no obstante, se puede estar sujetado de manera solidaria o de manera individualista".
"En la macro política -continuó- esto es un proceso irreversible; pero en lo micro, vemos que en la medida en que se globalizan estas formas culturales, de soledad por ejemplo, también van surgiendo grupos solidarios, gente que se reúne por problemáticas comunes".
"Yo apuesto a esto, a prácticas que se constituyen en redes desde donde revertir, no el tema de la individualización, pero sí el problema de la soledad", advirtió.

En las grandes urbes, la soledad se hace notar con fuerza

La filósofa Esther Díaz acaba de publicar "Buenos Aires, una mirada filosófica" (editorial Biblos) donde trasmite otra vez, magníficamente, una mirada científica de las tendencias sociales en la Argentina. En una parte, la desenfadada y siempre provocadora Díaz sostiene que "uno se reconoce a sí mismo desde el contacto con los otros. La identidad se construye desde afuera. Hay un salirse de sí para reencontrarse nuevamente a través de miradas, de palabras, de gestos que brindan los demás".
En el marco de esta idea, expresa que "hay sufrimiento en la soledad que se vive en las grandes ciudades como Neuquén porque uno siempre necesita del reconocimiento del otro. El tema es no depender del otro pero poder contar con él y poder dar y recibir afecto. La cuestión es cómo seguir siendo independientes sin caer en la melancolía".
"Lo mas llamativo de este proceso -acotó- es que cuanto más se masifica más se individualiza, uno va a vivir a una ciudad más grande y más solo se siento frente a los otros".
Y así se expresa en su libro: "Hoy, sumergida en la deriva ciudadana, siento que se diluyen mis antiguos afectos. Ser uno en la multitud es no ser nada. Desde las entrañas mismas del gentío surge implacable la sensación de soledad. Vidas arrojadas a la tormenta urbana. Se escurren por escandalosas grietas sociales".
En otro fragmento dice: "La ciudad juega un ajedrez sin piezas. Un ajedrez de máscaras. Y detrás de las máscaras el alma sigue sola. La ausencia se siente en todo el cuerpo". (AR)

Muchas mujeres mayores en esta condición

El crecimiento de los hogares unipersonales "se da fundamentalmente en mujeres y de edades maduras, mayores de 65. Este fenómeno hay que asociarlo al proceso de envejecimiento de la sociedad argentina", expresó la socióloga Susana Novick.
Este proceso comenzó en la década del 70, que es cuando las estadísticas reflejaron que más de 7 por ciento de la población era mayor de 65 años.
Según las normas internacionales, "una población se considera "envejecida" cuando la gente de 65 y más supera el 7 por ciento, por eso nuestro país a partir de los 70 entró en esa categoría; en el 80 subió a 8,17, para el 2000 la proyección es de 9,58 por ciento, y para 2025 se proyecta 11 por ciento", dijo la especialista.
El envejecimiento está asociado con una mayor expectativa de vida. En ese sentido, "los datos del 80 reflejaban que la mujer vivía 72,7 años y el hombre 65,5; y en el 90, según estimaciones del INDEC, la expectativa de vida de las mujeres es de 75,5 y de los hombres de 68,6", precisó.
"Esta tendencia sigue en aumento", dijo Novick, y expresó que "crece la expectativa de vida y crece también la brecha entre hombres y mujeres".
Para Novick este fenómeno hay que asociarlo con el proceso de la caída de fecundidad y natalidad; la expectativa de vida aumenta, mientras la evolución de la fecundidad desde principios del siglo XX va bajando, un proceso que parece irreversible. "El aumento de la población argentina se sustenta en el crecimiento de los sectores más desamparados, porque en la clase media, que ha controlado su fecundidad, se da básicamente un remplazo generacional", expresó la socióloga.
A su vez, este proceso está asociado también a la postergación de la maternidad, se tienen menos hijos y más tardíamente, "por la incorporación de la mujer al trabajo y a los diferentes niveles educativos. Cuanto más alto es el nivel educativo, la cantidad de hijos es menor y se posterga más el inicio de la maternidad", aseguró.
(Télam).

   
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