Domingo 20 de mayo de 2001

 

Cartas poco conocidas

 

Por Francisco N. Juárez

  El martes 20 de mayo de 1913, el geólogo norteamericano Bailey Willis -que comandó la Comisión de Estudios Hidrológicos 1911/1914 creada por Ezequiel Ramos Mejía, el visionario ministro de Obras Públicas de entonces- escribió en tercera persona y pulcra caligrafía, que presentaría "a la Comisión del Punto Terminal del Ferrocarril de San Antonio, el informe sobre la ciudad terminal y (sic) industrial sobre el lago Nahuel Huapi".
La carta, en aceptable castellano y suscripta en San Antonio Oeste, adelantaba lo que más tarde constituiría parte del informe exhaustivo que publicó a fines del año siguiente: un libro que llamó El Norte de la Patagonia. En la página 426 del mismo incluyó el mapa con la ubicación de la portentosa urbe industrial, seguramente el sueño más edulcorado de este norteamericano infatigable y que basó en el aprovechamiento hidroenergético del río Limay, un curso de agua que, además, le encendió un entrañable amor geográfico.
Aquel correo despachado por el geólogo estaba dirigido al Dr. Isidoro Ruiz Moreno director nacional de Territorios del Ministerio del Interior, a quien avisaba que desde el 2 de junio se albergaría en el Hotel Cecil de la avenida de Mayo con los planos ya aprobados y que diez días después esperaba viajar a Nueva York. Quería adelantar allá la publicación del libro y retornar inmediatamente para concluir los estudios emprendidos en plena cordillera patagónica.
Willis, que ayudó en el trazado de las vías hacia el lago -esa de epopeya ferroviaria que dirigió el ingeniero italiano Guido Jacobacci- insistió en esa y otras cartas en sus otras obsesiones progresistas. Planificar los parques nacionales y desarrollar los detalles de su proyecto de la ciudad industrial, como la represa a implantar aguas abajo del río Limay. Dibujó el lago artificial que treparía desde la ataguía hasta el arroyo Chacabuco, desde el cual -y hasta las cercanías del lago Nahuel- correría la ciudad industriosa que finalmente sólo existió en su imaginación y la gráfica del proyecto.
Todo comenzó en el año 1910 coincidente con la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, cuando este geólogo de la U. S. Geological Survey participaba en Buenos Aires de un congreso científico. Tenía 53 años y 30 de experiencia profesional en los Estados Unidos, Europa y China. Era ingeniero en minas y civil de la neoyorkina Universidad de Columbia, veterano en el trazado de líneas férreas, construcción de embalses y aprovisionamientos de agua. Cautivó a Ramos Mejía cuando relató sus recorridas de ese mismo año por la Argentina y le indicó la inutilidad de perforar en busca de agua en cierta región cuyana. El dato deslumbró a Ramos Mejía, que lo contrató para volver a estudiar el norte patagónico.
El 26 de febrero de 1911 Willis retornó al puerto de Buenos Aires y al desembarcar le esperaba el ingeniero topógrafo Emilio Frey, un suizo argentino nacido en Baradero que ya había sido la mano derecha del Perito Moreno en los estudios limítrofes con Chile y que, desde ese día, lo sería del recién llegado. Frey había comprado 80 mulas y 40 caballos que esperaban en San Antonio Oeste. Pronto la comisión viajó a la Patagonia con los auxiliares de Willis. Eran los topógrafos universitarios Washington B. Lewis y C. L. Nelson. También se alistaba J. R. Pemberton, que además de topógrafo era geólogo de la Universidad de Stanford, California y también un eximio tirador: en los campamentos hizo prodigios con su puntería.
El grupo se completaba con el geólogo Chester Washburne y también trabajaron alternativamente otros expertos, como el germano ingeniero forestal Max Rothkugel. Pero el hombre clave resultó ser Emilio Frey, quien dos años después se casaría (el 10 de mayo de1913) en San Carlos de Bariloche con Rosa Schumacher donde fijó su residencia. Allí, el 13 de agosto de 1931, fundaría el Club Andino local. Otros dos hombres imprescindibles para las recorridas y trabajos cordilleranos de la Comisión fueron dos peones elegidos por Frey: los hermanos Juan y Alejandro Torrontegui, argentinos con ascendencia vasca cuyo apellido se eternizó en el toponimia de la región.

Desde Nueva York

Después que en 1913 Willis retornó fugazmente a Nueva York, volvió a la Patagonia y completó el grueso los trabajos finales durante el verano de año 14 para descansar en Frey para algunas tareas pendientes. En eso estaban cuando el norteamericano aprovechó una apacible navegación lacustre y escribió a Isidoro Ruiz Moreno. "Vapor Cóndor, lago Nahuel Huapi, 9 de abril de 1914. Mi muy estimado doctor Ruiz Moreno. Como contribución a la consideración de una ley del Parque Nacional del Sud, ruego suministrarle la nota adjunta, llamando a su atención especialmente el propósito para distinguir "reservas absolutas" y "reservas condicionales" dentro del Parque. Por incluir en "reservas condicionales" la mayor parte de las propiedades particulares, creo se resuelva toda dificultad por disminuir el costo de expropiaciones a una suma insignificante…", suscribió adjuntándole un proyecto de parque nacional tipeado a máquina. Su labor en estas tierras australes estaba a punto de concluir, mientras urdía el regreso.
Pocos días después, el gobernador de Neuquén Eduardo Elordi, remitía al mismo Ruiz Moreno una de las tantas carta entre la copiosa correspondencia cruzada a propósito del plan carretero y de los casi heroicos servicios de automóviles. Se implementaban para agilizar la correspondencia y trasladar pasajeros importantes.
Tanto el destinatario como el remitente había viajado a Bariloche el año anterior para agasajar al ex presidente norteamericano Theodore Roosevelt, que entrando con gran comitiva por el paso Pérez Rosales hacia Bariloche, navegó en el Cóndor y pasó la noche del 30 de noviembre de 1913 en Bariloche.
Elordi y Ruiz Moreno organizaron el penoso viaje en cuatro ruedas desde Bariloche a Neuquén para traslado del obeso y asmático político norteamericano y embarcarlo en el tren a Buenos Aires. Pero esta vez –12 de mayo del año 14-, Elordi, comunicó a Ruiz Moreno que el viaje del automóvil F.N. a Bariloche "que se realiza en este momento, es puramente de exploración y proyectado para combinar la traída de la Comisión de Mr. Willis para lo cual también tenía listo el Mercedes. Pero habiendo sido informado de que Mr. Willis vendría por el río con su comisión, sólo despaché el F. N. sin pasajeros y con correspondencia. Después de salido el coche recibo telegrama de Willis solicitando un automóvil…". La carta explica que se había desatado el mal tiempo, nevaba en la cordillera y que automóvil esperaría a la comisión Willis.
En Bariloche, Willis ya había decidido bajar hasta Neuquén por las entonces agitadas aguas del Limay. Sólo el asistente Lewis y su esposa -llegada de Buenos Aires- treparon al automóvil de la gobernación, mientras que el alemán Rothkugel dudó en navegar. Viajó finalmente en el automóvil de un audaz servicio particular.
La proeza de bajar el Limay –donde muchos habían sucumbido- demostró que, a su edad, Bailey Willis amaba la aventura. La contó junto con otros entretelones de su paso por la Patagonia en su segundo libro publicado por Parques Nacionales en 1943. Pero también los diarios de Buenos Aires se hicieron eco de la proeza. La cumplieron en dos botes y Willis viajó en el comandado por el experto Otto Muhlenpfort. Este era constructor naval asentado en la Isla Victoria y ya había bajado el río en 28 oportunidades.
Fueron catorce viajeros, siete tripulantes en el bote número que abordó el fotógrafo Oliver y un cocinero español. El otro –comandado por el experto Márquez- llevaba entre otros a Emilio Frey y a Benny, hijo del médico pionero de los lagos, don Benito Vereerbrughen. Desde su bote Willis pasó a la altura del trazado de calles que hizo marcar con bueyes y arados de la ciudad industrial Nahuel Huapi.
Hizo detener los botes donde el esperanzado Willis invitó a inaugurar cinco años después el Gran Hotel Chacabuco y señaló el lugar de las 16 hectáreas destinadas a la Universidad Industrial y de Bellas Artes.
El vertiginoso viaje entre los rápidos tuvo final feliz. Pero de los sueños de Bailey Willis y Ramos Mejía, sólo las represas energéticas trajeron tardío sosiego a tus tumbas.

Sociales de esta semana

• El lunes 24 de mayo de 1943, a las dos de la tarde, fue servido el chocolate patrio en el nuevo Mercado Municipal (abatido años después por la piqueta) reforzado con el habitual reparto de víveres a las familias de pocos recursos. Este anticipo a la evocación del 133 aniversario de la Revolución de Mayo, coincidió con una edición color (en celeste, el sábado 22) del semanario local. El lucimiento de los festejos fueron considerados como los más importantes hasta ese entonces en la ciudad del gran lago.
• Ese mismo lunes, el barilochense Arturo Godoy, rebautizado desde entonces el "Huemul Patagónico", clasificó en buena ubicación entre los 150 participantes de todo el país en la Gran Maratón Argentina corrida en Córdoba.
• También en esta semana llegó de Buenos Aires el señor Alfredo Lucero, nuevo capitán de la motonave Modesta Victoria. La fiesta maya sirvió también para inaugurar la Escuela de Ciencias Doméstica de Bariloche Fue a instancias de la presidenta de la Confederación Nacional de Beneficencia, Saavedra Lamas de Pueyrredón. Pero faltaban nueve días para el 4 de junio, cuando estalló en Buenos Aires el golpe militar que trajo cambios, incluso para las obras de beneficencia.

   
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