Miércoles 9 de mayo de 2001

 

Lamarque crece con problemas sociales

 

Los años de bonanza que la producción supo garantizarle a esta comunidad del Valle Medio ya son un recuerdo. Hoy conocen, más que nunca, las estrategias populares para la supervivencia. Tras un año agitado en lo comunal, la mayoría de la gente sigue pidiendo creación de puestos laborales y dejar de lado las peleas políticas que distraen a los administradores.

  LAMARQUE (AVM).- Este año los conflictos políticos tuvieron un protagonismo especial en Lamarque. Enfrentamientos -muchos de ellos- que traspasaron el hecho concreto de la discusión ideológica para transformarse muchas veces en enfrentamientos mediáticos para demostrar fuerza.
Esto hizo que los dirigentes de esa ciudad aparecieran, a los ojos de los vallemedienses, como los más preparados a la hora del debate y con mayor capacidad de digerir los resultados -a favor o en contra- de las encendidas discusiones con pases de facturas y trapitos al sol incluídos.
Como en un escenario teatral, estas lides tuvieron casi siempre a los mismos protagonistas, aunque los actores a veces cambiaron de bando. Los vecinos de la ciudad fueron testigos de estos acontecimientos, a veces sorprendidos, y a veces tomando partido por uno u otro bando.
En estas discusiones tomaron parte protagónica el intendente radical Ricardo Pedranti y el edil justicialista Ricardo Arroyo. La peleas que se suscribieron muchas veces a la utilización del poder, no siempre fueron zanjadas aunque meses atrás ambos parecieron llegar a un acuerdo y ahora reina en el concejo una calma chicha.
En el transcurso de este año, además, Pedranti decidió deshacerse de varios funcionarios, entre ellos la edil Clotilde Tejo, que ocupaba la secretaría de cultura, y de -hasta no hace muchos meses atrás su mano derecha en cuestiones legales- el abogado José Luis Zuain.
Quizás este último hecho fue el más traumático no sólo dentro de la comuna, sino también para afuera. Zuain se había desempeñado como asesor legal de la comuna durante más de una década. Y su alejamiento fue para muchos una victoria política de la oposición, encabezada por Arroyo.
Aún hoy cuando ha pasado más de un mes de este hecho los ecos de la tormenta que causó se siguen sintiendo en la localidad. Nadie niega que este hecho fue una lucha por el poder en Lamarque.
Sin embargo, la economía también ocupó un rol importante este año. Cuando se preveía que la cosecha récord en cantidad de fruta -no así en calidad- que se vio alterada por la condiciones climáticas que reinaron durante el año pasado, las expectativas de los productores chocaron con una dura realidad: falta de mercados y de precios para sus productos. Este golpe fue aún más duro que el recibido por las heladas. Y se prevé que las consecuencias tendrán un impacto más profundo. Productores casi en bancarrota, al borde de la quiebra, siguen esperando políticas provinciales o nacionales de apoyo a un sector que no puede salir una crisis que lleva años profundizándose.
Esto, indudablemente, tiene su correlato en la situación social de la ciudad, que depende casi con exclusividad de la producción. Así, los años de bonanza parecen haber quedado en los recuerdos de los ciudadanos de Lamarque.

La bendición de verse la cara con el vecino y seguir luchando

Es cíclico. Llega el día y se cuenta un año más. Así como pasa delante de nuestros ojos la sonrisa ingenua de nuestro hijo en el caballito de calesita, y a pesar de lo rutinario cada vuelta es distinta, así es la vida y sus ciclos. A Lamarque le llegó la hora de soplar las velitas porque el almanaque así lo indica. Sin embargo, esta vuelta no es igual a las otras. Esta tiene su propio encanto. Inexplicablemente siguen allí las construcciones que han visto pasar los siglos, con sus ladrillos que parecen clamar abrigo y con las nuevas construcciones que envidian la dedicación de aquellos que se tomaron tiempo para los detalles sin escatimar material. "Es que en aquellos tiempos todo era más fácil" dirá algún argumentador de vereda tratando de resolver la cuestión con una frase que se le cayó del bolsillo. Más allá, un refutador consuetudinario le disparará: "Nunca hubo tiempos mejores mi amigo. Todos los tiempos fueron difíciles. Todo tiene que ver con el sentido de pertenencia y bla, bla, bla.."
Pero de lo que no hay dudas es de que Lamarque, a pesar de la crisis, tiene vocación de festejo. Así lo reconocen los hombres y mujeres de pueblos vecinos. "En Lamarque lo que hagas tiene éxito. Es que le ponen ganas. Salen de sus casas a trabajar por su pueblo y cuando dicen fiesta..¡ es fiesta!", sostienen.
Cuestión de idiosincrasia" dirá con voz de circunstancia algún profesional, respaldando científicamente con pálidas frases de biblioteca, el porqué de las distintas formas de la gente de ver la vida desde la vereda de su casa y en su pueblo.
Pero tal vez, sólo tal vez, los primero pobladores anden todavía rescatando sus pasos que quedaron sepultados debajo de las veredas de material. Buscando la lágrima del amor que no fue y que quedó atrapada bajo el asfalto. Y entonces, con la impunidad de no ser vistos, se encarguen de hablarle en los más profundo de sus reparadores sueños, que la vida es hermosa, si se valora la calle de ripio que gasta los zapatos, la vereda despareja y la plaza, la vieja plaza, que ha sido testigo de muchos sueños y de enamorados besos.
Debe ser eso. Los duendes de los pioneros vienen al lugar que eligieron para fundar un pueblo, a dar alegría. Y sin saber porqué, cada uno se levanta un día y tiene ganas de que su pueblo ría. Si al fin y al cabo, qué sabe la ciencia de alegría, que científico ha podido encontrar el fluido que corre por el cuerpo de los hombres y genera el amor o el odio.
Hoy Lamarque cumple años. Y las viejas construcciones, algunas de ellas hoy recuperadas para contener en su seno a las nuevas generaciones que comienzan a dar sus primeros pasos en algunas de las artes de nuestra cultura, parecen tener un brillo especial que la gente percibe. La fiesta ha de ser eso, una fiesta. En la que cada uno vea la cara de su vecino y los agricultores y los administrativos y los comerciantes dejen de lado sus penurias y se junten para recibir algo que nadie les prometió pero que saben que llegará como una lluvia. El regalo del cielo no serán monedas de oro, ni premios que disfrute uno sólo. La bendición consistirá en eso, en verse las caras y darse cuenta que vale la pena seguir poniendo el hombro desde cada trinchera. Entonces, un metro más de cloacas será algo más que eso y un espacio público vestido de verde, será algo mas que semilla germinada. Serán los adornos que los duendes pusieron a esa hora de la noche en que todos duermen para juntar nuevas fuerzas con las que hoy apagarán las velitas.

Foto: Los años de bonanza parecen haber quedado en los recuerdos de los ciudadanos de Lamarque; de todos modos, no dejan de vislumbrar un futuro mejor.

   
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