Lunes 28 de mayo de 2001

 

CIA vs. SIDE: guerra fría con trasfondo comercial

 

La llegada de agentes de la ex KGB rusa generó una disputa por el negocio de las agencias de espionaje empresarial, manejadas en su mayoría por agentes vinculados con el servicio secreto norteamericano. Hubo acusaciones cruzadas, que llegaron a motivar la intervención del secretario de Estado, Colin Powell y la destitución del jefe de Contrainteligencia argentina. La SIDE intenta terciar en un rubro que factura 40 millones anuales.

  Luego de una serie de tropiezos, infidencias y batallas en sordina, la CIA le avisó días atrás a Carlos Becerra, director de la SIDE, que se iría del país y mudaría sus oficinas a Montevideo. El conflicto se manejó en el más alto nivel gubernamental.
Poco antes de la visita de Fernando de la Rúa a Washington, Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, le planteó al canciller Adalberto Rodríguez Giavarini la disconformidad de su país por lo que consideró "falta de cooperación de la SIDE". El ex general de la Guerra del Golfo se refería, especialmente, a la negativa de los agentes argentinos a vigilar los "extraños movimientos" registrados desde marzo en la embajada rusa en Buenos Aires.
El presidente Fernando de la Rúa, alertado por el canciller, le pidió explicaciones a Becerra, quien llegó a poner su renuncia sobre el escritorio presidencial."Yo no puedo controlar a todos los espías que heredé", se quejó.
En los hechos, la escalada de conflictos se inició hace algo más de cuatro años, con un entredicho de espías que derivó en la suspensión momentánea de las tareas conjuntas de las dos agencias de inteligencia, la argentina y la norteamericana, en la triple frontera.
A principios del 1997, Hugo Anzorreguy, ex señor Cinco durante la década menemista, avisó a la CIA que un comando del Hizbollah preparaba un atentado contra la embajada de EE.UU. en Asunción. Los espías norteamericanos lograron desbaratar el intento. Al poco tiempo, Anzorreguy fue condecorado en Langley, base general de la CIA.
Sin embargo, algo pasó en el medio. Los espías argentinos dicen que la CIA, al atrapar a la célula terrorista musulmana, no aceptó liberar al "infiltrado" de la SIDE en Hizbollah, que había dado aviso. Los norteamericanos aseguran que el supuesto atentado era una farsa, un mero recurso de propaganda de la Secretaría de Inteligencia local.
Con la llegada de Fernando de Santibañes a la jefatura de la SIDE, en el amanecer delarruista, los desencuentros se pronunciaron, a pesar de la sintonía ideológica del funcionario con los Estados Unidos. El nuevo inconveniente tenía que ver con la actitud del ex banquero, que intentó entablar una relación directa con la sede de CIA, esquivando la mediación de los burócratas de turno que actuaban en Buenos Aires. Ross Newland, Station Chief en la Argentina durante los últimos tres años, se sintió desplazado. Y comenzó sus actividades "anti SIDE" sin disimulos. A mediados del 2000, denunció ante el gobierno argentino que Alejandro Brouzón, un mayor del Ejército que fue jefe de la Dirección de Contrainteligencia y brazo derecho de Santibañes, estaba espiando la actividad de los agentes de la CIA en Argentina.
La gota que colmó el vaso fue la aparición de una foto de Newland en Página/12, publicada el 12 de enero de este año. Para el agente norteamericano fue intolerable. La revelación pública del rostro de un espía alcanza para tirar por la borda su carrera. Newland, furioso, creyó ver la mano oculta de Brouzón, que buscaba su venganza, en la aparición del artículo y la foto en el matutino porteño. La CIA, oficialmente, pidió la destitución del jefe de Contrainteligencia. A principios de mayo, obediente, Becerra desplazó a Brouzón.
Pero la cuestión no sería tan simple. La guerra fría entre la SIDE y la CIA parece ir más allá de una foto, según contó a "Río Negro" un alto funcionario de la Secretaría de Inteligencia: "Es una disputa que tiene que ver con el negocio de la seguridad y el espionaje empresarial", un mercado que mueve 40 millones de dólares al año y que va en continuo crecimiento, a pesar de la crisis económica.

Llegan los rusos

Históricamente, desde la caída de la poderosa Unión Soviética, hace una década, la embajada de la República Rusa en Buenos Aires contaba en sus filas con no más de cuatro o cinco agentes de inteligencia, que hacían tareas livianas y burocráticas. Pero a mediados del 2000, los controles norteamericanos registraron movimientos extraños. Entre agosto y setiembre de ese año, arribaron una veintena de nuevos agentes de la mítica ex KGB.
¿La Argentina se había convertido de repente en un nuevo foco de conflicto pos Guerra Fría? No parecía ser esa la razón. Entonces, ¿cuál era el interés que tenían los rusos para provocar semejante desembarco de espías? "Negocios; es sólo una cuestión de negocios", relata un ex CIA que ahora colabora con la agencia privada Kroll.
Los norteamericanos no tuvieron dudas: pronto el enigmático "Don Valentín Lacrado", seudónimo con el que se conoce al jefe de los espías rusos, programó una ajetreada ronda de entrevistas con importantes hombres de negocios, aprovechando la fama que tenían los agentes de la ex KGB. Ofrecía, claro, servicios de espionaje y seguridad comercial.
De hecho, esta disputa ruso-norteamericana viene repitiéndose en casi todas las grandes capitales. Con el arribo de Vladimir Putin al poder, ex jefe de la KGB, los agentes rusos están recobrando terreno luego de la caída del muro. Decía un artículo publicado en "La Nación", en setiembre del año pasado: "Las prioridades de la CIA se han diversificado. Su atención no se centra únicamente en el terrorismo islámico: desde la llegada de Putin al poder ha enviado órdenes a sus agentes de incrementar la vigilancia sobre las actividades comerciales, militares y de inteligencia de Rusia en el mundo".
Aunque los objetivos de la disputa ya no son esencialmente políticos: quedarse con el negocio del espionaje empresarial entre las compañías transnacionales es la nueva meta de los Bond del 2000.
Y los rusos vinieron a romper el monopolio norteamericano, manejado especialmente por agencias vinculadas a la CIA y al FBI. "Hoy no hay nada más de moda que contratar a ex agentes de la KGB para que controlen la seguridad de tu empresa. Es excéntrico, manejan tecnología y salen más baratos que los americanos", relata, algo melancólico, el hombre de Kroll.

Un rubro en crecimiento

Hasta la era de las privatizaciones, la mano de obra desocupada de la dictadura se hacía cargo de la seguridad de las grandes compañías nacionales. Por caso, el ex agente de la ESMA Adolfo Donda Tigel, manejaba el servicio de seguridad de Edcadassa, la empresa de depósitos fiscales del fallecido Alfredo Yabrán. Pero la globalización les jugó en contra a los agentes vernáculos.
Con la llegada de las grandes multinacionales durante la era menemista, desembarcaron también en el país poderosas agencias de investigaciones vinculadas con los servicios secretos norteamericanos. Trajeron una tecnología de vanguardia y se especializan en espionaje industrial y en guerras comerciales, un movimiento que cambió las reglas de la competencia entre los grupos económicos que actúan en el país.
Actualmente, hay cuatro empresas de origen norteamericano, todas comandadas por ex espías de la CIA y del FBI, operando en la Argentina: Kroll O"Hara, Smith-Brandon, Trident Investigative Services y Pinkerton.
Universal Control (UC), una firma de seguridad creada por Rodolfo Galimberti en 1999, también fue transferida a un grupo de ex agentes de la CIA el año pasado.
El nuevo presidente de UC es David Johnston Manners, ex espía, tiene a su cargo la seguridad y el control de las empresas del Exxel Group que pertenecieron a Yabrán; entre otras OCA, Edcadassa, Interbaires. A eso suma Mastercard, que posee una de las bases de datos más completas del país.
Aunque las agencias tienen prohibido revelar la identidad de sus clientes, el diario "Clarín" informó en agosto del 2000 que empresas como Hewlett-Packard, Phillip Morris, Telecom, Pérez Companc, Banco Galicia y Ciccone Calcográfica también contrataron los servicios de las agencias norteamericanas.
Pero la era del monopolio norteamericano en el rubro parece estar llegando a su fin. Los rusos, y según algunas fuentes también ex espías israelíes, ya lograron jugosos contratos para manejar el sistema de espionaje y seguridad de importantes grupos económicos, sobre todo aquellos con base comercial en Europa. Los agentes de EE.UU. dejaron, por el momento, de competir entre sí y pretenden controlar a sus competidores.

Nueva era

Según aseguran en la SIDE, fue por eso que la CIA, cuidando los negocios de sus coterráneos y colegas, encargó a la SIDE que vigile los movimientos de los ex KGB. Según aseguran en la embajada norteamericana, incluso habrían destinado fondos propios a la SIDE para que pudiera operar. ¿Por qué la SIDE y no ellos mismos? Porque así lograban transformar el problema en una cuestión de Estado, de manera que a los rusos les costara movilizarse en el mercado argentino.
Pero, siempre según la versión norteamericana, los argentinos jamás encararon las tareas de inteligencia encargadas. Y no sólo eso, allegados a la CIA afirman que los hombres de Contrainteligencia capitaneados por Alejandro Brouzón le vendieron a los rusos informes y bases de datos para que pudieran insertarse en un mercado que, según las especulaciones financieras, crecerá hasta diez veces durante esta década.
La guerra está declarada. Y parece una nueva versión de la "Guerra Fría". Los espías norteamericanos y rusos del nuevo milenio disputan un mercado jugoso. En el medio, quedaron involucrados agentes de la SIDE. Funcionarios del gobierno de Fernando de la Rúa admiten que la situación está fuera de control, pero aseguran que la CIA no cumplirá su amenaza de dejar el país. El funcionario de la SIDE que conversó con "Río Negro" lo dijo sin medias tintas: "Tienen demasiados negocios que defender".

Gonzalo Alvarez Guerrero

Foto 1: Carlos Becerra, director de la SIDE, no puede controlar a los "espías heredados" y ofreció su renuncia.

Foto 2: El secretario de Estado Colin Powell intervino.

Foto 3: La difusión de la foto de Ross Newland, jefe de la CIA en el país fue parte de la "guerra".

   
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