Sábado 19 de mayo de 2001

 

Piden 12 años para un acusado de matar por vino

 

En la última jornada reconoció haber sido el autor del crimen.

  NEUQUEN (AN) - El fiscal Jorge Otegui pidió 12 años de prisión para Mario González, el joven que mató de un tiro en el pecho al un almacenero de Toma Esfuerzo porque no le fió una cajita de vino. En la audiencia que cerró ayer el debate oral, el imputado rompió el silencio y reconoció plenamente la autoría del crimen, pero argumentó que lo hizo para defenderse, porque la víctima lo apuñaló.
Entre sollozos, González le dijo al tribunal de la Cámara Primera que había disparado con un revólver de calibre 22 largo contra Osvaldo Cabello la noche del noche del 9 de enero de 1999, pero que fue porque después de haberle recriminado una deuda, la víctima se abalanzó sobré él con un cuchillo en la mano, le dio un puntazo y quiso seguir agrediéndolo.
En la declaración indagatoria el imputado había negado el crimen, pero ayer dijo que había mentido por miedo, ya que nunca se había enfrentado ante una situación tan grave. En cuanto los disparos que efectuó contra la víctima, reconoció que fueron dos.
En su defensa insistió en que había sido herido en el estómago por Cabello y le mostró a los jueces la herida respectiva. Ante la consulta, dijo que no había ido al hospital a hacerse atender "por miedo" y que a pesar de que lo molestó mucho "se la curó solo".
"El me confundió con otro, porque me dijo que antes que nada tenía que pagarle lo que le debía. Le dije que yo no tenía ninguna deuda con él y que de todas maneras al otro día pasaba y arreglábamos", relató González.
Añadió que "me dijo lo íbamos arreglar ahí mismo y me tiró la puñalada. Me hice para atrás, porque estaba con el bebé en brazos, y me volvió a encarar".
En el final del debate reiteró que había disparado para defenderse él y a su bebé de ocho meses. Pidió "disculpas a la familia" de la víctima y clemencia al tribunal, porque ahora sólo quiere "volver a su casa para estar con su familia y sus padres".
Marcela Villa, esposa de Cabello, y Griselda Alvarez, una vecina a la que el acusado acudió para pedir ayuda después de balear al almacenero, ofrecieron ayer un amplio relato de lo ocurrido el día del crimen. En ambos casos, sus versiones complicaron sobremanera al imputado respecto de cómo sucedieron los hechos.
En contra de lo sostenido por González, Villa aseguró que su marido salió desarmado a hablar con el agresor y desmintió de que hubiera tenido en sus manos un cuchillo. Menos aún dijo haberle visto alguna herida al acusado, a quien lo vio alejarse del lugar junto a su mujer.
Añadió que la noche anterior el imputado ya había demostrado agresividad, cuando junto a otros hombres tras comprar dos cajitas de vino, se retiró efectuando disparos al aire.
Otegui sostuvo que tras la confesión del imputado asumiendo el hecho y a partir de las pruebas reunidas, sólo cabía atribuírsele el crimen. Y se adelantó en desvirtuar de plano la coartada de la legítima defensa, a partir de los testimonios de la esposa de la víctima.
Por el contrario, el defensor Jorge Larrea opinó que la víctima agredió a su defendido y que éste no tuvo otra alternativa que defenderse. "Cabello no salió de su casa a hablar con González, sino que lo hizo para atacarlo y con un cuchillo en la mano", argumentó. También le atribuyó a la víctima, de acuerdo a antecedentes que reunió pero que no aportó al expediente, actitudes violentas.
La sentencia se leerá el próximo lunes 28, al mediodía.

"Rehacer la vida es muy duro"

NEUQUEN (AN).- "Estoy convencida de que el acusado será condenado por lo que hizo, confío plenamente en la justicia", dijo Marcela Beatriz Villa, la esposa del almacenero asesinado después prestar ayer declaración en el juicio.
Añadió que "de todas maneras, ya nada reparará el daño que nos hizo, porque destruyó nuestra familia. Ha sido muy doloroso tener que revivir todo lo ocurrido hace dos años y cuatro meses, pero estoy muy firme porque tengo que seguir criando a mis hijos".
Tras el crimen de su esposo Osvaldo Cabello, el 9 de enero de 1999 la mujer regresó a Tres Arroyos, donde vive con sus hijos Gustavo (de 18 años), Jorge (17) y Jesús (6).
"A los más grandes les cuesta hablar de lo que pasó y yo no les digo nada tampoco. Ayer antes de viajar a Neuquén me desearon suerte", comentó.
Recordó algunas alternativas de la noche del crimen, que terminaba de relatar ante el tribunal y se manifestó confiada en que "con las pruebas que tienen los jueces darán un fallo justo".
La mujer era quien atendía la despensa "La Ideal", con cuyos ingresos ayudaba en el sostén de la casa a su marido, quien atendía una gomería en el barrio El Progreso.
Dijo que su vida actual tiene como compromiso fundamental apoyar a sus hijos. "Rehacer la vida es muy duro después de lo me pasó. Por ahora todo mi esfuerzo está centrado en que mis hijos estén bien", remarcó.
   
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