Miércoles 23 de mayo de 2001 | ||
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No hay viajes sin regreso. Siempre se vuelve del territorio de los sueños, del más allá que creíamos, una vez instalados, eterno. La sola idea de que el aire que toca nuestro rostro pueda desaparecer sin que medie una lágrima, le otorga sentido al plan más descabellado. El de ser felices, por ejemplo. Regalar un ramo de flores, listas para herir la susceptibilidad masculina. Andar desnudos mientras el frío nos taladra la piel. Conocemos demasiado bien a esos apostadores furiosos que predicen el mal ajeno, la muerte prematura de los que parecen cadáveres, almas en pena. Y pierden, maldición, pierden. No han visto sino un trazo de la belleza que nos rodea y ya se sienten conformes. Les tiembla el pulso cuando hay que jugarse el pellejo por una familia o la soledad, un crío, una mujer, un beso, un acto solidario. Cualquier cosa que involucre su independencia. No han sido en vano tantos años de íconos huecos, glorificadores únicamente de los clichés americanos del valor. "Rambo" queda en el video de la esquina. Lo cotidiano es la auténtica medida de las cosas. Valentía es tener carisma, estilo, querer de pe a pa, entregarse al otro. Bendecir mientras los demás escupen al piso. Sentir compasión, no odio. Rabia, hastío, pero no odio. Los miserables, a lo sumo, recibirán nuestra lástima. El resto, los valientes del espíritu, pueden darse el lujo de otorgar una cuota de confianza. Todos están en condiciones de volver del Cadalso, pero no cualquiera lo hace. Resucitado de la música. Hace unos días ese artista exquisito que es el "Gato" Barbieri sorprendió a su audiencia norteamericana con una frase reveladora y sabia: "Quiero morir tocando el saxo. No en una silla". ¡Uff! Y son multitud los que ya tiraban tierra a su ataúd, después del infarto en el año "95. Resucitados del teatro. La semana pasada se presentó en la región "El Amateur", justo en estos tiempos. La obra de Mauricio Dayub es la vuelta de página a la realidad, la suya, la de los que resisten. El único motivo por el cual vale la pena vivir son esas partículas del universo que aún no conseguimos meternos en el bolsillo. Lo demás es territorio conquistado. Volver como Camarón, para encarar la muerte y perder por puntos. Como el amigo de la esquina que "zafó" de la botella. Como cualquiera que camina. Miramos el horizonte y planeamos: crecerán nuestros hijos, esa chica será mía, compondremos el mejor tango gardeliano, seremos ricos con una idea. Imaginar, sentir, ninguno de estos placeres nos está vedado. La asociación entre placer y abundancia ha dejado un tendal de esperanzas truncas. Epicuro prefería el agua al vino (pobre de él), pero de todas las delicias que esta vida podía regalarle señalaba a los amigos. Una mujer, un hombre con amigos, nunca estará solo. Habrá alguien en la carrera que apueste por él. Como Lopecito lo hacía por el Pájaro en "El Amateur". Corredor en busca del récord uno, feligrés sin dios, el otro. Los amigos saben que vos y yo podemos levantarnos, hacerle el quite al sufrimiento y a "ese no dar más". No hay sortilegio que pueda con la ilusión. Claudio Andrade |
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