Martes 22 de mayo de 2001 | ||
El estilo personal de Fernando Botero |
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En esta entrevista dice que está un poco cansado de las megaesculturas y que el arte es hacer lo mismo, pero de una forma distinta. Por estos días exhibe sus obras en Nueva York. |
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NUEVA YORK (EFE).- Fernando Botero, el pintor vivo con las obras más reconocibles del mundo, consideró que el buen arte solamente puede ser un acto de convicción, y que es falso que ahora sea más comercial. "El comercialismo era total en la época antigua. Antes era horrible. Toda esas obras maestras fueron hechas en condiciones de comercialismo inaudito. Hoy hay más libertad que nunca, y cada uno hace y pinta lo que le da la real gana", afirmó el maestro. El pintor colombiano, convaleciente de un proceso gripal que lo ha tenido en cama en los últimos días, explicó así su reflexión sobre el arte, con motivo de la inauguración de una nueva exposición en la Galería Malborough de Nueva York. La muestra, la primera de "Esculturas Monumentales" que Botero hace en la Gran Manzana en los últimos ocho años, consta de ocho esculturas de 4,5 metros de altura - dos de ellas inéditas "Pareja bailando y "Mujer a caballo" - fundidas en los famosos talleres de Pietrasanta (Italia). "La obra tiene la frescura de ser cosas desconocidas. Todas inéditas en Nueva York y dos de ellas completamente nuevas", dijo en su apartamento de Park Avenue, con vistas a Manhattan en donde vivió en la década de los años 60 y 70, y regresa con frecuencia. Botero reconoce que, aunque estas esculturas le dieron reconocimiento mundial, se considera más pintor que escultor. "Soy pintor desde hace 50 años y escultor sólo 25, aunque estas obras han hecho que me conozca la gente de la calle". El maestro reconoce que ha perdido cierto interés por estas esculturas, obras que ha exhibido por una docena de las principales ciudades del mundo - desde Nueva York a Los Angeles pasando por París y Madrid -, y que le han permitido ser conocido por los que nunca van a los museos o a las galerías de arte. "La verdad es que he perdido cierto interés - resaltó. Es todo un problema al ser tan grandes". Botero subraya que es "una sensación bonita" ver cómo hasta los niños reconocen su estilo y explica que, en el fondo, es la esencia del arte. "El arte ha sido, es y seguirá siendo hacer lo mismo pero de una forma distinta. Tener un estilo personal". El lo ha logrado. Sus voluminosas figuras, deformadas cariñosamente hasta el extremo, se han convertido en una marca irrepetible y única que, a pesar de contar con fortísimas raíces latinoamericanas, son entendidas y admiradas en todo el mundo. La obsesión por el volumen, cuenta Botero, es una "inclinación intuitiva" que tuvo desde pequeño y que maduró admirando el arte florentino que es volumétrico. "Ahí empezó el interés, y lo interpreté dentro del arte moderno donde, como saben, todo es más extremo, más extravagante". Preguntado si este estilo no se torna, sin embargo, en una trampa que limita la libertad artística, Botero responde con contundencia: "De ningún modo. Los maestros importantes todos tuvieron su estilĂ“. "Es estilo - explicó - es una convicción. Los grandes pintores siempre pintaron dentro de la misma convicción, de un mismo estilo. El Greco fue siempre El Greco, Tiziano fue siempre Tiziano, la regla no ha sido cambiar de estilo. Todo lo contrario". Aunque reconoció que Picasso y Goya fueron casos excepcionales. "Sí, Picasso lo hizo con éxito pero no es la norma. Creo que esa convicción, esa profundización, es lo que realmente diferencia al maestro del discípulo". Botero también negó que ahora el arte sea más comercial que en el pasado, y record— que los precios de los cuadros suben astronómicamente después de salir de la mano del pintor. "Ahora sería imposible copiar diez veces la misma pintura, o pedir que el especialista de paisajes terminara un cuadro mío - dijo -. No olvidemos que hasta Rubens recurría a especialistas en sus cuadros para terminar países o para pintar los pájaros". El apartamento está repleto de Boteros, pero antes había más de 100 cuadros de otros autores. Valorados en 250 millones de dólares, que regaló a dos museos colombianos. "No me importa... no los echo en falta. Antes había aquí Picassos, y ahora he traído cuadros míos que tenía en una finca colombiana. No sé si seré capaz de volver a montar otra colección. Es difícil", concluye. La suya propia le es suficiente. Rafael Moreno |
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