Domingo 20 de mayo de 2001

 

Alfredo Arias destruye y construye sus paredes

 

El director argentino marca la diferencia
en el teatro desde París.

  París (Especial).- Pasaron treinta años desde que en el Instituto Di Tella de Buenos Aires, su nombre sonaba impertinente para los que dictaban la época y sus formas. Tanto fue lo que insistió en contra de la prepotencia, que debió irse. Alfredo Arias buscó y encontró un lugar: París.
El actor y director no descansa en la ciudad que, según él, lo eligió. Luego de una temporada exitosa de "La dama de las Camelias", pieza en la que dirigió a Isabelle Adjani, ahora acaba de agregar 18 representaciones más de "Les bonnes", de Jean Genet.
Los diarios y revistas parisinos hablan de este hombre como el director actual más fantástico que tiene la ciudad. Sus puestas en escena son motivo de debate en programas especializados de radio y televisión. El teatro de Alfredo Arias no es un fenómeno de público, porque el teatro, ni aún en Francia lo es, pero existe un número considerable de seguidores que adhieren a su propuesta que escapa a cualquier convención.
En la sala, Bouffes-Parisiens, cada noche, cuando cae el telón, el elenco integrado por Marilú Marini (su compañera en el trabajo y amiga desde siempre), Laure Duthilleul y el mismo Arias, encuentran a la platea aplaudiendo de pie.
El trabajo de los comediantes está cuidado hasta en los mínimos detalles. Las hermanas en la ficción que crearon Marini y Duthilleul, son lo más parecido a lo que alguna vez quiso Genet: dos mujeres herméticas, llenas de miedo y sometimiento ante la "madame" que rige sus horas. Desde el comienzo existe una atmósfera que se corta en rebanadas. Es el tiempo de "agachar la cabeza", de sostener un mundo que se cae a pedazos, pero que así y todo, sigue manteniendo a la vista un colorido de flores, una música de percusión de fondo, que incita a seguir, o a terminar de una vez por todas con la tiranía. Alfredo Arias aparece travestido, encarnando a esta mujer que entre la farsa y la locura, arrastra los sueños, la vida de sus dos sirvientas.

No hay distancias

Es la tarde en París, el sol ilumina las vidrieras de las galerías de arte que pululan sobre la calle Beaux Arts, en el barrio Saint-Germain-des-Prés. Allí vive Alfredo Arias, cerca de todo, y al parecer de todos, porque se toma un cafecito en el bar de la esquina, y vuelve a su casa, saludando a los que lo reconocen. No es para menos, la prensa francesa se hizo eco siempre del trabajo de este argentino.
Su casa es el lugar donde conviven objetos de todas las épocas. El ambiente es en algunos rincones, barroco y en otros, kitsch. Pareciera una prolongación de la estética de la que se vale este artista para crear sus obras. Alfredo Arias mira el entorno como si fuera la primera vez y afirma que "la decoración es obra de su asistente y que, yo, tranquilamente podría prescindir de ella". En el patio hay obreros que están trabajando. "¿Usted puede hacer una entrevista con el ruido de un taladro de fondo?".
- ¿Hace treinta años pensaba que construiría una pared para su casa de París?
-La verdad es que, cuando la situación política en Argentina se puso tan pesada, en 1969, con mis compañeros del Instituto Di Tella, pensamos en emigrar, pero hacia los Estados Unidos. Antes pasamos por otros lugares de América Latina. Finalmente, fue Francia. Yo venía de la desestructuración, y creí que en París, me encontraría con lo mismo, pero fue todo lo contrario. Aquí encontré el trabajo disciplinado, la estructura adecuada para aprender más desde lo sistemático. Siento que, de alguna manera, París me eligió. Desde el principio la ciudad fue receptiva conmigo.
- ¿La mitad de su vida la pasó aquí. Se siente un parisino?
- Hace dos años pedí y me otorgaron la nacionalidad francesa. Fue un momento fuerte en mi vida, porque hasta entonces no había pensado en hacerlo. Pero de pronto apareció la idea de que ya no me iría de aquí. Ahora estoy convencido, y no me resisto a pensar que ya no hay vuelta atrás. Es cierto que cuando me fui de Buenos Aires, dejé muchos afectos, de hecho, aún conservo muchos amigos, pero no vivo en la nostalgia. Todo lo contrario, ese sentimiento que pude haber tenido, lo traduje en la fuerza de realizar los espectáculos que hice a lo largo de treinta años fuera de mi país.
- ¿Haber crecido lejos de los grandes centros culturales del mundo, lo privó de algo?
- A veces la carencia de aprendizaje nada tiene que ver con la distancia. A mi no me enternece pensar que usted es de la Patagonia, y que tal vez creció lejos de Buenos Aires. Yo crecí en un liceo militar, en Buenos Aires, y la sensación de distancia que tuve en ese tiempo, con respecto a lo que había más allá de él, fue atroz. Ya ve, es uno quien construye y destruye sus propias paredes.

Oscar Sarhan

De Genet a Adjani

En los años 70 Alfredo Arias trabajó con Jean Genet y en el 2000 con Isabelle Adjani. Para él son "dos épocas distintas, en una ciudad que también se diferencia entre lo que fue y lo que es actualmente. Recuerdo que conocí a Genet cuando ya era anciano; trabajábamos en su casa. Luego de tantos años, hoy me toca dirigir y actuar, "Les bonnes", una pieza de su autoría que siempre me fascinó. Hablar del porqué la elegí creo que es redundar sobre lo que descolla. En este momento del mundo, su temática es más que significativa. Las miserias humanas no distan demasiado de un tiempo a otro".
- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Isabelle Adjani?
- Isabelle es una gran profesional, por lo que el trabajo no resultó fatídico. La experiencia fue buena en todo sentido. Luego de los ensayos, nos íbamos a conversar al hotel. Ella es una estrella conocida en el mundo entero, por lo que prefería el anonimato y la tranquilidad que le brindaba el hotel. Siempre decíamos que estar allí, era como viajar hacia el pasado. Era un tiempo sin horas, donde todo transcurre sin sobresaltos.

   
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