Jueves 10 de mayo de 2001

 

Arrimate flaco, los sueños no queman

 

"El Amateur" es una de las obras más estremecedoras del teatro argentino de los años últimos. Está de gira por la región, hoy se presenta en Cipolletti y mañana en Neuquén.

  Una imagen recurrente persigue al Pájaro. Es él corriendo por una avenida, viendo pasar los breves fulgores de los semáforos y el alumbrado público. Uno tras otro, olvidadas las piernas a sus propios designios, la mirada en un centro impreciso de su ser. Hasta que algo cambia. La luz de los faroles transfigura en un ángel como en una revelación bíblica, y cual Cristo, le increpa con voz de otro mundo: "Arriiiimaaaateeee flaco... no quema".
Desde entonces el Pájaro tiene una certeza, el intento no quema pero derrite. No hay fracaso posible después de traspasar determinados límites. "Las primeras 48 horas son difíciles, después ni lo sientes", le explica a Lopecito, entrenador y amigo entrañable en el anonimato, antes de intentar la locura de permanecer 130 horas arriba de una bicicleta.
Ambos conservan recuerdos de batallas pasadas. Esfuerzos que terminaron mal o resultaron inconclusos. Lopecito fue en su tiempo un figura emergente del tango de salón, hasta que se llevó consigo toda una fila de bailarines al foso del teatro. "Me agrandé, me agrandé mal. Los únicos que no cayeron fueron los de las esquinas".
A su turno el Pájaro recordará de cuando se comió un pelotón de ciclistas y dejó la autopista sembrada de otros aspirantes al título.
"El Amateur" es un sueño, una pesadilla, un cuento de tardecita y mateadas, el delirio de dos hombres que imaginan que la gloria los espera dos metros más allá. ¿Y si fuera cierto? ¿Y si el último empeño negado a nuestro destino resultara el bueno, el mejor, el único?
Esta idea obsesiona a los personajes. Son dos boxeadores con los brazos cansados, dispuestos a dar pelea más por dignidad que por nockear al otro. Lopecito tiene otra anécdota al respecto, también él fue víctima de los golpes sobre un ring y en un manotazo sacado de lo profundo de su vergüenza pegó para cambiar la historia. "7..8...9...!10¡", cuenta el Pájaro y festejan el fin del combate. Porque la vida es un accidente y todo puede ser de un modo u otro es que Lopecito consigue, a pesar de su indiscutible pobreza, una bicicleta para su compañero. Allí se sube el Pájaro dispuesto a la hazaña. En el duro camino descubrirá que no hay un dolor sino muchos, que el cansancio no se olvida y que las puertas del espíritu tienen colores que desconocemos. Bien lo dice el Pájaro, con esa sabiduría de barrio, somos chiquitos, insignificantes entre las estrellas, "un pedito en la tormenta", pero sentimos más que los dioses.
La obra escrita y protagonizada por Mauricio Dayub, marca los complejos estados de la condición humana. Para conseguir esta proeza artística, "El Amateur" apela al impresionante desgaste físico y emocional de sus dos actores y a la música muy adecuada compuesta por Jaime Roos. "El Amateur" se erige entre las obras más apasionantes y reveladoras del teatro argentino de los últimos años. El trabajo actoral de Dayud y su compañero Vando Villamil, es excepcional.
Su mensaje sube, entierra y vuelve a levantar el ánimo de los espectadores. Esta historia de sobrevivientes, no de perdedores, es un shock de adrenalina, un acto místico.
Los que se arrimen sabrán si quema.
Claudio Andrade
   
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