Lunes 7 de mayo de 2001

 

Ciudad de amores perros

 

Miserias y violencias cotidianas envueltas en el paisaje de México.

  Millones y millones de historias se pueden esconder en una gran ciudad, tantos millones como los hombres y mujeres que la habitan. Historias y un lugar que esperan que alguien los cuente. Alejandro González Iñárritu tomó su cámara para mostrar Ciudad de México no en un plan paisajista, sino para entrar en el alma de los que la habitan y para eso eligió amores y perros.
Amores o idealizaciones de amores de solitarios, de quienes quieren lograr la felicidad o de los que lo han perdido todo. Y perros, los que encarnan la compañía, el capricho o la misma violencia que afrontan sus dueños día a día. Las historias principales son tres, la de Octavio y Susana, la de Daniel y Valeria y la del Chivo y Maru. La tragedia las cruza y envuelve, tanto en su desenlace como en su génesis.
Un accidente automovilístico es el que aparentemente une el relato, aunque los personajes comparten una geografía que los define y en la que van apareciendo, unas veces como protagonistas y otras como meros espectadores.
Octavio (Gael García Bernal) es un exponente de los barrios marginales que vive con su hermano con quien mantiene una relación de amor-odio violenta, la mujer de éste y su madre, quien lo ve todo pero no interviene, o es lo que ella cree. El encuentra por azar un modo de salir de ese mundo que lo oprime obteniendo dinero al hacer pelear al perro de la casa. Enamorado de su cuñada quiere irse de la ciudad con ella e intentar formar una familia y tener una nueva vida que lo aleje de la miseria, económica y humana, que lo rodea. La traición, la espiral violenta en la que se ve envuelto y el accidente truncan sus sueños.
Daniel (Alvaro Guerrero) es un empresario periodístico que abandona a su mujer para vivir con la modelo del momento (Goya Toledo). Un amor perfecto que comienza a mostrar su lado oscuro cuando ambos deben enfrentar la tragedia, en uno de segmentos con más humor negro del filme .
El Chivo (Emilio Echevarría) recorre con su misterio y su silencio casi toda la película. Silencio que se rompe cuando pasa de ser el testigo al protagonista de su propia historia. La de un ex guerrillero que lo perdió todo y termina viviendo en la miseria, a veces recogiendo basura y otras aceptando contratos como un asesino a sueldo que sólo tiene la compañía de sus perros. Echevarría compone este personaje desde la sutileza, sin intentar impactos fáciles, atravesando un camino que va de la aceptación silenciosa a tratar de recuperar, rompiendo ese silencio que lo agobia, a una hija que ama y para la que deberá reconstruirse.
Un relato tenso, emotivo, inteligente que Alejandro González Iñárritu construye con una dirección de actores magistral que refleja el alma de los personajes, más que sus acciones, a través de una cámara que los sigue sin volverse molesta y en la que los hombres y el paisaje son uno.

Silvina Fernández

   
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