Domingo 29 de abril de 2001

 

Más allá del miedo

 

El último libro del filósofo español Fernando Savater - "Perdonen las molestias"; Ediciones "El País"- es un formidable alegato en favor de la vida y contra ETA y su violento nacionalismo. Una apasionante meditación sobre la defensa de lo distinto y un valiente cuestionamiento a la ideología de la homogeneidad étnica y cultural.

  Un tipo de agallas.
Hiela la sangre el solo intuir la dimensión de las agallas con las que Fernando Savater le da un terminante sentido a su vida.
Emociona la disposición con la que encara el combate franco contra la hipocresía, la violencia, los dogmatismos, la frivolidad...
Conmueve saber que Fernando Savater vive con intensidad su pasión por la amistad. O por los buenos vinos y el tormentoso guiso de cordero que cocina. También la filosofía y el Derby de Gran Bretaña y cuanta carrera de caballos se despliegue por el planeta.
Y sigue conmoviendo cuando habla o escribe con verborragia más gallega que vasca, de ese hombre de "pensamiento sin arrugas": Albert Camus.
Conmueve porque sabe que está en la mira. Un descuido y se va con un balazo en la nuca. O esparcido por el eficiente gelamón.
ETA lo tiene cruzado. Y él sabe que a los matarifes de ETA les sobra paciencia.
- ¿Si me he pensado muerto?... ¡Pero hombre, estoy vivo y la paella sigue existiendo! - suele decir cuando los imbéciles le preguntan por lo que tiene pero no lo doblega: miedo.
En febrero del 2000 salió a la calle del brazo de dos entrañables amigos: Fernando Buesa y José Luis López de la Calle. Portaban una bandera con mensaje directo "ETA, basta ya".
Detrás de ellos varios miles de seres ligados por el mismo reclamo.
En agosto, volvió a la calle con la misma bandera. Pero Fernando Buesa y José Luis López de la Calle ya no estaban: ETA les había volado la cabeza.
Escribe Fernando Savater en su último libro "Perdonen las molestias": "La soltura para el asesinato que demostramos los seres humanos desde la más remota antigüedad es una de nuestras características más notables como especie, aunque no de las más simpáticas. Casi cualquier motivo es válido para liquidar al prójimo, desde la envidia hasta la ambición, pasando por todo y por nada: porque ese otro está ahí y es otro. Más vale no preguntarle a un criminal el porqué de sus exterminios, pues desataremos su elocuencia: cada una de sus enormidades está según él "enormemente" justificada. Reconozco que ya puestos en este terreno guardo cierta comprensión por los asesinos a la antigua, artesanos y pasionales, que matan a un rival con nombre, apellidos y biografía, siempre por razones inequívocamente personales. Son verdugos íntimos, privados, algo así como los líricos del crimen. Detesto en cambio mucho más a los asesinos épicos, desinteresados, que matan por altruismo, para hacer un favor a su patria, a su religión o a la humanidad y que luego encima se sienten decepcionados cuando los beneficiarios de tan generosa sangría no la agradecen suficientemente".
"Perdonen las molestias" es desde la reflexión, el testimonio de un ser que no quiere ser una figura de vacilante relleno ante ETA y el despliegue de su terror.
Páginas y páginas arremetiendo con temible capacidad dialéctica, contra esa saludable obsesión que define a Fernando Savater: el nacionalismo exacerbado, excluyente.
Ese nacionalismo cuya definición más exacta le acredita "la defensa de los intereses comunes de quienes ocupan cierto territorio" .
"Desgraciadamente no es así", responde Fernando Savater.
Porque el "nacionalismo sustituye lo "común" por lo "propio". De ahí su autismo, porque para establecer lo que tenemos en común hay que escuchar a todos pero el decreto imperativo de lo propio parte de unos cuantos que poseen la verdad ancestral. Lo propio no sirve principalmente para identificar a "los nuestros", sino para denunciar al "extranjero invasor": la anti España, los antivascos, los anticatalanes..."
Este es el nacionalismo como expresión de reducción de la identidad. Como acicate para la heterofobia, eso que Fernando Savater define en su "Diccionario Filosófico" como el "sentimiento de temor y odio ante los otros, los distintos, los extraños, los forasteros "irrumpen" desde el exterior en nuestro círculo de identificación".
Un razonamiento que, en manos de la sinrazón, alienta la violencia desde una conclusión patética: para fortalecer el "nosotros" nacional hay que liberarse de todo lo distinto.
Como sea, pero liberarse.
Como hace ETA: a balazo y gelamón.
Ese balazo y gelamón que ronda a Fernando Savater.
Y que él enfrenta con pasión y agallas.
Y sin dejar de ir al hipódromo.

Carlos Torrengo

   
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