Miércoles 18 de abril de 2001

 

Bromas de otro planeta

 
  Andy Kaufman, uno de los mayores artistas que ha dado la comedia norteamericana, aseguraba que él no contaba chistes. "Ni siquiera sé qué es un chiste", decía.
Tan real era esta falta de conocimiento que cuando fue invitado al no menos célebre "Saturday Night Live" recurrió a los consejos de un gurú. "¿Cuál es el secreto para hacer reír?", le pregunto a su líder espiritual. "El silencio", le respondió. Así fue como Andy Kaufman se presentó al programa más famoso de la televisión norteamericana y no dijo una palabra. Resultó un éxito.
Andy no tenía la menor intención de hacer chistes, pero sí de contar historias. En su pensamiento el humor era otra cosa: provocar, remover los cimientos del edificio que insistimos en apuntalar dentro de nuestra mente para sentirnos seguros. Si para ello había que armar una puesta en escena absurda, pues Andy estaba dispuesto a pagar el precio.
Su momento de gloria llegó con "Taxi", en donde interpretó al extrañísimo "Latka", un lituano o algo por el estilo, dueño de un acento imposible y un timbre de voz como si le hubieran rebanado los testículos en su infancia. Junto con el odioso personaje encarnado por Danny de Vito, se apropiaron de la audiencia norteamericana. Andy no quería ser parte de una típica comedia, lo hizo sólo a condición de que contrataran además a un misterioso cantante llamado Tony Clifton. Se trataba, luego lo descubrirían sus productores, de un tipo horrendo que en su primera grabación debió ser echado a las patadas del estudio. Una locura. Pero, ¿saben una cosa? Tony Clifton era en realidad el propio Andy Kaufman disfrazado. Sí, lo que escuchó.
Con el tiempo Kaufman se dedicó a hacer shows en salones universitarios donde al menor pedido de "haz a Latka", se ponía a leer completa la novela de Francis Scott Fitzgerald "El gran Gatsby". Un día viendo lucha libre le entusiasmó la idea de hacer su propio show de peleadores. Se subió a un ring en Memphis y retó a las mujeres. El delirio siguió hasta que conoció a su futura esposa en una de estas patéticas riñas. Con el tiempo decidió hacer trampa, la invitó a vencerlo sobre el ring y con ese pretexto casarse. Todo salió muy pero muy mal, un campeón mundial reveló el truco y se ofreció él mismo a pelear. Andy peleó. Permaneció una semana en un hospital. Así entendía el humor Kaufman.
La recreación de su vida en "El mundo de Andy", de Milos Forman, es un homenaje soberbiamente actuado por Jim Carrey. Nadie mejor para interpretar a un comediante distinto. Como suele ocurrir, fue poco comprendido en su tiempo. Andy no contaba con que en general son más los que quieren el plato servido a la trama que golpea mientras es revelada.
Andy era un tipo difícil. Al final de su vida presentó un show glamoroso, con toques de ese humor salido de otro planeta (por ejemplo, una viejecita invitada que se muere de un infarto en pleno escenario).
El día en que confesó que tenía un raro tipo de cáncer, nadie le creyó. Andy Kaufman murió todavía joven. A un año de su desaparición, Tony Clifton seguía actuando en pequeños restaurantes.

Claudio Andrade

   
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