Miércoles 18 de abril de 2001

 

María Esther De Miguel, la dama y sus historias

 

Una escritora que mantiene sus raíces.Hija de inmigrantes, trata de mantener su espíritu.La cultura argentina es una de sus obsesiones.

  María Esther De Miguel viene del interior y será por eso que su curiosidad transparente la llevó a los libros y al asombro de las palabras que se transforman en relatos y novelas. "La Tera", como la llamaba su padre, por su piernas finas, se nutrió de las raíces de Larroque, la localidad de Entre Ríos donde nació y donde vuelve esporádicamente.
"Mi padre era un inmigrante que vino no a hacerse la América, sino a fundar una familia. Por casualidad estaba instalando una usina eléctrica, era muy inteligente, le decían "el ingeniero" pero era un empleado" recuerda ahora que la descendencia destaca cuatro nietos ingenieros.
De esa época la escritora evoca los carros llenos de trigo y lino y aquella usina. "Mi padre tuvo un hijo médico, otro tiene la única fábrica del pueblo, una hija con una familia de profesionales y yo que salí escritora" sostiene en la distancia de los recuerdos.
"Yo me siento totalmente hija de inmigrantes, por eso los aplaudo y creo que este país ha perdido cuando perdió las virtudes de esos inmigrantes" dice De Miguel al recordar una familia de lectores que le legó sus inquietudes, como ella legó su casa paterna "La Tera" al municipio de su pueblo que lo está transformando en un espacio cultural.
María Esther De Miguel se instaló en Buenos Aires, aunque siempre hizo viajes a su pueblo natal, como en los 70 cuando el Proceso, para tomar distancia del horror. Fue la época de su docencia y periodismo (algo que no la abandona nunca) cuando la tuvimos como profesora de literatura en la Escuela Superior de Periodismo, Instituto Grafotécnico, " la mejor escuela que hubo" se apresura a decir recordando con emoción compartida a profesores de la talla de Julio Mafud, Izquierdo Hernández o César Magrini.
La cultura como vivencia totalizadora siempre ha sido su preocupación. "Los otros días viendo en televisión una publicidad que muestra actos musicales, por lo común folclóricos, en Tierra del Fuego, Córdoba, etc, que hace la secretaría de Cultura de la Nación, le dije a mi marido: ésta es la cultura oficial, está bien, pero la cultura no se termina en eso y hay zonas que están desatendidas, por ejemplo los escritores y el teatro. Porque el Estado no puede promover genios o talentos, ellos nacen y se hacen individualmente, pero sí las políticas que colaboren a que esos talentos florezcan. Para eso en el Congreso se han votado leyes. Nosotros tenemos la ley de libro durmiendo desde hace tiempo, la ley del teatro, que fue sancionada y creo que no se cumple, la ley del mecenazgo que ayudaría, y entiendo que en otros países se fomentan las actividades culturales a partir de impuestos que se derivan a esas áreas, pero tampoco funciona" destaca.
Para ella esas faltas tienen que ver tanto con lo económico como con la carencia de una decisión política. "En un país que está sin un mango, para decirlo pronto y rápido, hay que apelar a la creatividad, y bueno, a la creatividad se apela buscando los medios para que esas cosas funcionen".
"Creo que a los gobiernos en general no les interesa mucho la cultura. Hay que recordar que en la segunda presidencia de Irigoyen, y la de Alvear se notaba esa preocupación, estaban los nombres de Girondo, Norah Lange, Borges.... Actualmente es un error, porque el desarrollo los pueblos, está comprobado, pasa por la cultura" sostiene.

Talentos para la cultura

"Talentos hay, están los viejos, pero no podemos convertir el país en un geriátrico. Están Borges, Mujica Láinez, Marechal y Sábato, por ejemplo, pero ya basta, hay gente joven que está trabajando, pero pasa que no son conocidos afuera. Estoy pensando en Piglia y Rabanal, entre otros, figuras con proyección que casi no se conocen. Yo he tenido la suerte gracias a la televisión, si esto hubiera sido en otra época, hace más de 20 años, no hubiera sido así. Ahora vas a un programa de televisión y tu cara queda allí y enseguida te conocen" comenta De Miguel quien no considera que el libro tenga una decadencia.
"El libro ocupa un lugar que no lo suple ni la televisión, ni el cine o internet. No te vas a poner a leer "La montaña mágica" por internet. Me gusta el cine y la televisión, trabajo con computadora, no navego tanto en internet, pero el espacio de libro es un espacio tan íntimo, tan reservado, para vos y el otro, y ese otro es uno que vivió hace cien años, que está en Indochina o cerca tuyo. Yo creo que el libro es insustituible. Lo que pasa es que no tenemos tiempo, la gente corre de un trabajo a otro" agrega la escritora, quien también señala que éste es un fenómeno que incluso se observa en otros países.
Aunque, aclara, "en ellos hay siempre como reservorios, islas. En España, por ejemplo, es fenomenal la cantidad de libros que se editan, la cantidad de lectores y tiradas".
"En la Argentina hay que trabajar más, aunque es contradictorio, porque se dice que la industria de libro está acabada, que hay menos lectores etc., y sin embargo se están abriendo nuevos espacios como las megalibrerías, es el caso del Ateneo en la avenida Santa Fe, donde todo un teatro se transformó en un espacio para la venta de libros"
La autora opina también que hay un publico para conquistar en el segmento de los jóvenes, aun observando que los libros infantiles marchan bien.
"Nunca el público de lectores y de escritores ha sido masivo, nunca hemos llenado la cancha de Boca con un congreso. Es la Argentina invisible que hablaba Mallea , ¿te acordás?, la Argentina visible, la del oropel, la del cholulismo, y la otra, la de los que trabajan y los que piensan".

La escritora y la mujer

Escritora y mujer. Esos roles no parecen preocuparle. María Esther De Miguel se ve como "hija de premios literarios" y tiene razón, en l961 obtuvo el Premio Emecé por su novela "La hora undécima" y en 1965 los premios, Fondo Nacional de las Artes y Municipal por sus cuentos, "Los que comimos a Solís", ya en la década del 90 fue premiada por la feria del Libro, Premio Silvina Bullrich y Nacional de Literatura por "La amante del Restaurador" y el Premio Planeta por "El general, el pintor y la dama", novelas de gran éxito.
Ha recibido la Palma de Plata del Pen Club, el Kónex de Platino para cuento y el Premio Dupuytren.
"Siempre me habían atraído los personajes históricos y de golpe escribo "La amante del Restaurador" y resultó que la gente se entusiasma. Una mujer tiene una mirada diferente como escritora y está bien que así sea, porque esos roles están diferenciados por la naturaleza, aunque hoy con la técnica y la ciencia hay mujeres más forzudas que los hombres".
"No se trata de lo biológico, acordate lo que decía Simone de Beauvoir: la cultura nos ha hecho mujeres, nos ha hecho lloronas, débiles etc. Pero no somos distintas, son diferencias culturales. Un ejemplo actual es el lío con las jubilaciones, a mi me parece un disparate, porque una mujer a los 65 años quiere trabajar o empezar una carrera. A la mujer hay que cuidarla y reservarla para después de la etapa de los hijos", opina.
Es la misma escritora la que casi se sorprende que la gente descubra la historia a través del relato novelado, "cosa que es requetevieja, a mi me lo enseñó Pérez Galdós y Valle Inclán, que son mis maestros aunque ellos no lo sepan porque hace mucho que están muertos",y también se sorprende de su popularidad, algo que ella remite también a la difusión de los medios.
"Construir un personaje, un escritor, lleva tiempo. Yo veo chicos que apuntan bien, como Guillermo Martínez o De Santis, pero veo que no son conocidos, es que cuesta, hay que tener años, que la gente escuche tu nombre y vea tus libros, y después hace falta, no la promoción, que remite a una expresión comercial que no me interesa, sino el hacer conocer lo nuestro".
"Echeverría (del que escribió un artículo por los l50 años de su muerte) decía que hay que mirar a los de afuera, pero afirmar lo de nosotros, y él lo hizo con "La cautiva" y "El matadero", traía el romanticismo y lo instaló antes de ponerlo en España".
"Para él había que mirar hacia la pampa y el indio, lo mismo hay que hacer en estos momentos." dice De Miguel
Está casada con Andrés Alfonso Bravo desde hace más de 30 años, " hombre de libros, viejo editor" que conoció cuando en l965 llevó su libro "Los que comimos a Solís" a Losada donde se lo publicaron, allí habló con "el señor Bravo" que luego siguió viendo en Fabril Financiera y el Ateneo.
"Yo que había pensado que no me iba a casar nunca, hice dos cosas, me fui a Europa y cuando él enviudó nos casamos" recuerda ahora que tiene un compañero de tanto tiempo, sin perder su muy cuidada independencia.
Como mujer y como escritora está segura que "mis raíces están metidas siempre en la provincia, en el interior, donde está la fuente de mi inspiración. De hecho mis libros hablan de eso y los escribí casi todos en mi quinta, un árbol para que pueda dar sombra, frutos y hojas tiene que tener raíces" dice con pasión.

La francotiradora

Tal vez como encontró nuevas maneras de ver vidas, como la de Manuel Belgrano, con otras facetas, María Esther de Miguel se encontró inmersa en esas distintas maneras de ver un hecho (como decía Ernest Hemingway) y reflejarlas en un relato que atrapa a sus lectores.
"La generación mía, los que empezamos a escribir cerca de los 60, somos hijos de William Faulkner, que tenía ese estilo jadeante, alargado, hecho con conjunciones, de frases largas, que se van encabalgando, sumando. Me siento cómoda en ese estilo. A veces cambiás, pero una cosa que fui adquiriendo con los años es el sentido del humor, que ahora lo veo como la única salida".
Lo dice como escritora y como mujer. La escritora se pegó desde sus inicios a sus queridas colegas del mundo, las inglesas, como su favorita Iris Murdoch, una vida que la emociona, Margerite Yourcenar, Edith Wharton,y también Elsa Garro, la primera mujer de Octavio Paz.
"Defiendo a las mujeres, pero no soy feminista ,creo que hay que integrarse, yo he sido como una francotiradora", dice.
En ese sentido a partir de Faulkner, también se apasionó por Camus, Mauriac, y por "Borges, Borges y Borges".
El largo recorrido de su pasar literario se refleja en sus transparentes ojos azules, siempre abiertos a la novedad y el desafío. Lo próximo será su libro, "El palacio de los Patos", no el que existe, sino uno imaginario que se levanta en el siglo pasado y donde María Esther de Miguel tejerá sus historias de familias, "historias reales, pero con nombres levemente cambiados para que no me hagan juicio" se ríe.
No se olvida se su casa de Entre Ríos "llena de árboles que plantamos nosotros" donde ahora pueden acceder solo los artistas.
No se olvida de su docencia con sus recuerdos, no se olvida de lo trascendente, ni del "espíritu estoico" necesario para la época. Estuvo como directora del Fondo Nacional de las Artes y en la Sade, integra el Consejo de Administración de la Fundación El Libro, es crítica literaria en "La Nación" y escribió muchos libros de éxito. Pero todavía tiene algo de aquella niña que veía los carros de lino o de la maestra que nos seducía con su visión de la literatura. Será por eso que ahora dice "acepto todo, divirtiéndome".

Julio Pagani

   
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