Lunes 9 de abril de 2001 | ||
Bien muertos de miedo |
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"La casa en la montaña embrujada", terror para amantes del género. |
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No hay relato más clásico del terror que una casa embrujada. No importa cuántas veces se haya contado la historia, si se lo hace bien, puede resultar doblemente delicioso. "La casa en la montaña embrujada" sobrepasa los límites de una remake -en este caso un cuento de William Castle que fue llevado al cine a fines de los "50- para revisar los elementos que hicieron rico al género. Primero una historia estándar: la casa embrujada que tiene vida propia independientemente de los fantasmas que la habitan. Segundo: un grupo atrapado en un laberinto sin salidas aparentes. Y tercero: muertes espantosas. Esta vez, la casa es un castillo de diseño moderno, en el que confluyen pasado y presente. Muy similar a esa otra obra maestra de Stanley Kubrick, "El resplandor", donde Jack Nicholson toma un whisky con los espíritus del lugar. El grupo protagonista tiene diferencias irreconciliables, pero por una vez en la cinematografía de los últimos años, no mantienen histéricas peleas entre ellos. Por el contrario, se llevan bastante bien en una situación crítica. Tampoco su director, William Malone, abusa de esa incómoda realidad en la que uno a uno van desapareciendo a manos propias, ajenas, reales o fantasmales. Steven Price es un millonario dedicado a la creación de parques de diversión bizarros donde todo está preparado para el espanto. En una muestra de su retorcido humor, organiza una fiesta de cumpleaños para su mujer, Evelyn, en el edificio de un ex centro psiquiátrico. No se imagina que a su "fiestita" no llegarán los invitados que espera. Tampoco las sorpresas que le depara la casa (efectivamente embrujada) ni que su propia mujer tiene un plan para matarlo. El filme de Malone es truculento. Y si bien hay sangre, ésta no rebasa la pantalla. Las primeras escenas son revulsivas, pero luego el guión deja paso a la tensión, lo inesperado y la ironía. Digno homenaje también a un relato como "Otra vuelta de tuerca" de Henry James, que es un modelo del equilibrio terrorífico. "La casa embrujada en la montaña" es una reflexión nada convencional sobre un género que pasa por un mal momento. El terror ha debido ver cómo el subgénero de los asesinos en serie le viene taladrando sus bases creativas. "La celda", por dar un ejemplo, es otra muestra del miedo light hollywoodense tan de moda. Quedan en el recuerdo algunas buenas producciones de los "90 que pueden emparentarse con "La casa...": "En la boca del miedo" con Sam Neil, basada en una novela de Stephen King, la mencionada "El resplandor", otro relato de King y la inglesa "Muertos de miedo". (No, no vamos a incluir ese moderno plan publicitario que fue "El proyecto Blair Witch".) El único defecto de "La casa..." es que a medida que avanza, su final se torna predecible. En fin, otra vez ganan los buenos. Geofrey Rush da pruebas de su talento para encarar personajes imposibles. Esos ojos desquiciados completan el banquete de terror. Claudio Andrade |
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