Miércoles 4 de abril de 2001

 

Tirar los dados

 
  Si la explicación científica fuera cierta, deberíamos presuponer que somos producto del azar. O que hay muchas posibilidades de que así sea. En términos mitológicos: Dios está loco. Hizo el Universo con un suspiro de fuego y luego se olvidó de él. Desde entonces aquí estamos, paticonfusos.
El Universo era hace unos 15.000 millones de años una materia compacta, muy pequeña, que producto de la gravedad estalló con una potencia inaudita. El año pasado los expertos confirmaron que el Universo se encuentra en plena expansión. Las teorías a partir de aquí se dividen también: unos piensan que el movimiento continuará perpetuamente -el Universo no es una estructura sino una situación- y otros que por la misma gravedad este inmenso todo volverá a recomponerse. Será de nuevo una materia compacta para después estallar igual que hace miles de millones de años. Similar a un globo que se infla y se desinfla al gusto de un niño. ¡Uff!
Dios podría ser un niño. De estas complejas teorías hay una explicación sencilla en el libro de Jostein Gaarder, "El mundo de Sofía" (Siruela). Acaso Dios, tal como lo entienden los monoteístas, sea eventualmente un ser superior, aunque dominado por otro más grande aún. Es posible también que el propio Dios no lo sepa. En fin, un dolor de cabeza para los creyentes. Pero si Dios existe o no, es un tema fuera de este contexto. Lo cierto es que detrás del eterno retorno (o no), el azar constituye el telón de fondo.
Nadie sabe qué número nos regalarán los dados de la vida. El Big Bang es una tirada, y lo es un beso, un hijo, un viaje. Nietzsche decía que lanzar los dados siempre implica un resultado. No se trata de apostar a un número específico, sino de aguardar a lo que sale. El acto acrobático significa impulsarlos al vacío. No hacerlo es adicionar un capítulo a la mediocridad. El triunfo del espanto.
En la novela de William Gibson "Neuromante", dos entidades de inteligencia artificial (IA) manejan gran parte de lo que ocurre en el planeta: robots, monstruos, autos, entre otros objetos cotidianos. Han sido capaces incluso de crear entes que ignoran que son una creación. Hologramas viviendo en un Universo perfecto.
A su vez estas computadoras fueron pensadas por otros hombres que no tenían la menor idea de hasta dónde podían llegar las inteligencias artificiales. Y esos hombres por su parte fueron producto de otras mentes geniales que los clonaron. Clonadas ellas también. Ya se imaginan cómo sigue la historia.
Hasta el Big Bang no podemos detenernos. ¡Bum! ¿Qué ocasionó la explosión? Sí, la densidad, la gravedad, el calor. ¿Quién la materia? Pues un agujero negro. La nada. Aún no podemos saberlo. Tal vez fue Neuromante, una máquina capaz de entender más allá del propio cerebro creador.
Por suerte el Universo se disparó un día en incontables pedazos. Por suerte en una de sus esferas coincidieron los elementos para que naciera esta forma de vida: tierra, agua, aire y fuego.
Alguien, algo, tiró los dados: "¡Hola, qué tal!". Los derechos de propiedad son un enigma.

Claudio Andrade

   
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