Martes 20 de marzo de 2001

 

El mal del ciprés azota la cordillera

 

Aún no se ha podido determinar qué produce la mortandad de los árboles.

  SAN CARLOS DE BARILOCHE.- El mal del ciprés afecta cada día a un número mayor de ejemplares de esta especie autóctona, sin que los estudios científicos encuentren su origen. El problema tendría más de 20 años y afecta a miles de ejemplares.
Los síntomas de la enfermedad son: una progresiva decoloración de las hojas y posterior caída de las mismas, pudrición en las raíces y troncos y finalmente la muerte del especimen.
Este proceso puede durar años y se manifiesta más visiblemente en verano a causa de las sequías.
Los primeros casos fueron detectados en la Isla Victoria en el año 1975 y la enfermedad ha ido dispersándose por otras zonas cercanas a Bariloche, que van desde los lagos Mascardi y Gutiérrez hasta parajes cercanos a Villa la Angostura y al lago Traful.
El hongo que se creía era el causante de la enfermedad interviene cuando el sistema ya ha sido debilitado por otro agente y por lo tanto no es el responsable de la mortandad del ciprés.
Los últimos estudios realizados en el laboratorio Ecotono de la Universidad Nacional del Comahue, apuntan a las características del sitio y a la regeneración de los bosques ya afectados.
Entre las características del sitio a tener en cuenta están las cantidades y calidades de agua que reciben, el tipo de suelo, los animales que habitan en el bosque y la altura por sobre el nivel del mar a la que se encuentra.
En cuanto a la regeneración de los bosques, la doctora en ecología Andrea Relva, del laboratorio Ecotono, lleva a cabo una investigación que apunta a la protección de los bosques ya afectados.

No a la extracción

Entre las consideraciones a tener en cuenta, Relva expresó: "La extracción de madera de los árboles muertos es negativa, ya que de esta forma se destruyen los refugios de plantas autóctonas que necesitan de la protección del ciprés para sobrevivir y permite que se establezcan otras plantas consideradas plaga como la mosqueta".
Esto afecta negativamente a la regeneración del bosque, modificando no sólo su vida vegetal sino también la vida de los animales que lo habitan, haciendo imposible una recuperación del ecosistema autóctono que es reemplazado por especies exóticas con menor dificultad para su desarrollo.
Como aún se desconocen los orígenes de esta enfermedad no existen aún medidas concretas para la prevención y la cura de los ejemplares afectados.
Desde el laboratorio y los estudios de campo, los investigadores locales persisten en la búsqueda y análisis de cualquier dato que les permita conservar el valioso tesoro natural que constituyen los bosques andino-patagónicos.
   
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