Sábado 31 de marzo de 2001

 

José Luis Perales, un hombre de cosas sencillas

 

El cantautor español no buscó la fama, ella lo encontró. Este hombre sencillo que ama la familia estará hoy, a las 22, en el estadio Ruca Che de Neuquén con las canciones de siempre.

  José Luis Perales está en la Argentina presentando su último disco "Me han contado que existe un paraíso" en una gira que hoy lo trae al estadio Ruca Che, en Neuquén.
José Luis es de la provincia de Cuenca, a unos ciento cincuenta kilómetros levemente al sudeste de Madrid. "Nací en un pueblecito de trescientos habitantes que sigue siendo pequeño. Ha progresado lo mínimo, sacando las calles de tierra que había cuando era niño y comodidades mínimas. Poco a poco se está recuperando de toda la emigración que hubo".
- ¿El desarrollo turístico no lo ha modificado?
- "No, no tiene grandes atractivos para el turismo. Es un pueblo como los que retrató Camilo José Cela en su "Viaje a la Alcarria" (1948), justo la zona donde vivo y viven mis padres todavía y donde he escrito todas mis canciones. Ahora estoy en Madrid, pero residí en Cuenca dieciocho años. Cuando mis niños comenzaron a crecer regresé a mi tierra para que no los perturbaran la prensa ni las fotos, nada de eso; que no los empezaran a perseguir. He vuelto a Madrid hace cinco años porque ya mis hijos están en la universidad. Un fin de semana o cuando quiero escapar de la ciudad, voy directamente a mi pueblecito".
"He sido artista, pero no farandulero. Mi mujer (Manuela), es esposa de un artista pero en absoluto le gusta intervenir en esta historia nuestra del espectáculo. Siempre me ha parecido bastante triste cuando los famosos utilizan a sus niños, les sacan en fotos para revistas del corazón, les hacen dependientes de la profesión de su padre. Es muy respetable lo que cada uno hace, pero para nada compartí eso, ni lo comparto. Yo pensaba que mis hijos debían educarse en un ambiente libre, de chicos normales, sin que tuvieran que estar continuamente poniendo la carita para la foto; o forzarlos a encontrarse con el periodista, involucrarlos en una cuestión que no es la suya. Sentí que no podía obligarlos..."
- ¿Han elegido profesiones distintas a la tuya?
"Sí, Pablo –que tiene 22 años ya- hace tercer curso de abogado y María, tercero de arquitectura. Nada que ver con la farándula. De hecho, he cantado en Nueva York en esta gira que me lleva ya tres meses, en el Carneghie Hall, y quise ofrecerles ese concierto en un sitio para mí muy emblemático. Les hice venir, me vieron... María hacía diez años que no me veía sobre un escenario. Hasta ese punto están haciendo su vida. Siempre nos interesó, a su madre y a mí, que cuando grandes eligieran lo que quisiesen, libremente. Me da la impresión que ninguno de los dos, va a optar por seguir a su padre".
- ¿Cómo te influyó que te vieran en un lugar que definiste como emblemático?
- "Yo quería que me viesen en un sitio estupendísimo, importante y el Carneghie Hall fue durante años, mi sueño. Lo había hecho en el "95, pero me debía ofrecerles un ámbito verdaderamente sorprendente para ellos. Se quedaron como diciendo, pero ¡qué importante es papá! (Ríe). Les gustó el concierto que afortunadamente fue estupendo, la respuesta de la gente lo fue igual, se agotaron las entradas. Fue justo lo que un padre quiere darles a sus hijos; no el fracaso, sino el éxito".
"María hacía mucho tiempo que no me veía. Pablo me había visto en Buenos Aires hace cuatro años. Estaba en Filadelfia estudiando inglés y al concluir el curso, coincidió que yo estaba en la Argentina de gira, se vino y me vio en dos Luna Park. El ya sabía como era mi historia. Pero salvo eso, estaban desconectados de mi actividad. En España yo hacía mis conciertos, iba, volvía y normalmente no participaban de esto".
- Si ahora algo te obligara a trazar una línea y sacar el resultado de tu extensa carrera...
- "¿Buscando el equilibrio, el resumen? Pues mira, por una parte he sido un ser absolutamente libre en aparecer o no aparecer. No he sido esclavo de esta profesión. He salido cuando he querido, cuando me apetecía, me he quedado durante años en casa por ver crecer a mis hijos y no me ha pasado nada; encantado, no he echado de menos el escenario. He escrito con cierta regularidad porque es una necesidad personal hacer canciones para los demás. No he dejado en el camino casi nada. He hecho las cosas cuando tenía entusiasmo para hacerlas. Cuando entendí que debía quedarme en casa, me quedé; cuando me apetecía ir de viaje con mi mujer, nos fuimos; cuando quise dedicarme solamente a escribir, lo hice. Tampoco armé planes a largo plazo para tampoco quedar atado a ellos. El resultado es positivo, tendiendo al equilibrio".
"Después de veintiocho años, en la Argentina, en toda América o en Nueva York, Boston, en Chile, he comprobado la fidelidad de la gente hacia mi música, casi por igual. Puedo haber estado mucho tiempo sin aparecer y en mis conciertos cantan mis canciones y no solamente personas de mi generación; hay una cantidad sorprendente –para mí- de jóvenes que se han incorporado a mi audiencia. De modo que el total no puede ser más que halagador".
- ¿Apareció en algún momento el temor a un fracaso?
- "Siempre he tenido muchos temores, hasta ahora. Cuando estoy por salir a escena, tengo pánico, lo que llaman los actores, miedo escénico. Tengo pavor a fracasar. Mi inseguridad persiste ante cada concierto; afortunadamente, quizás me hace superarme cuando salgo y entregar todo lo que puedo. La gente lo entiende y lo agradece".
"Incluso cuando empecé, no quise hacerlo porque creía que iba al fracaso. No creía en mí como cantante. Ten en cuenta que era compositor entonces... Y estaba muy acomodado siéndolo. Estaba inseguro porque no tenía la gran voz. Recuerda que cantaba Nino Bravo o Camilo Sesto y yo tenía un registro muy reducidito. Un productor (Rafael Trabuchelli) que trabajaba en España con Alberto Cortés, Rafael, Mary Trini, Waldo de los Ríos, producía a Miguel Ríos, se empeñó en que cantara y casi me empujó a un estudio".
"Yo era y soy tremendamente tímido, no me imaginaba encima del escenario con toda esa cantidad de personas observándome, ¡me parecía imposible! Ahora, lo he superado. De hecho, deseaba que aquel primer disco fuera un fracaso, para haber cumplido con la obligación que me impusieron. Me decía: no puedes guardarte eso, ¡tienes que compartirlo con el público! Puedes tener menos voz, pero lo dirás mejor que nadie, eres el autor y lo comunicarás mejor. Después de ese lavado de cerebro, salí a cantar, un poco por cumplir con la responsabilidad que me crearon, pero no porque tuviera ganas de ser cantante".
"Al revés, deseaba que no sucediera nada con aquel disco ("Mis canciones", 1973) para seguir trabajando como compositor, lo más cómodo. Pero sucedió. Allí estaba "Celos de mi guitarra" y todavía tengo que cantarla en cada concierto, veintiocho años más tarde...".
Después de la Argentina, salta el charco para presentarse en el Uruguay. Y se vuelve. También le cuentan que la primavera está preciosa, que han florecido los narcisos, los jacintos y los rosales que plantó. Eso también es su vida. La música, a pesar de ser su profesión es circunstancial. Su mundo es el más intenso, el que más vive, el de todos los días, desde que se mira en el espejo para afeitarse y reconocerse.

Distancia, soledad y miedos

José Luis Perales es un hombre muy apegado a sus afectos, pero también pasa mucho de su tiempo en gira.
"Siempre es soledad después de un concierto. Hay gente que lo pasa muy bien, artistas muy divertidos que se van de juerga y ya está. Yo, cuando concluye una presentación, vuelvo al hotel, a mi habitación, leo; si es hora de hablar con mi casa, llamo, de lo contrario espero a la mañana para no despertarlos. Hablo todos los días con mi mujer y se ponen mis hijos, mis padres. Mantengo la relación cada día. A veces no sé qué decir porque ya ayer me lo han contado todo...".
- ¿Te pasó de encontrar dificultades, frente a las cuales aparece la impotencia de no estar allí para solucionarlas?
- "Me está pasando en estos momentos. Eso la gente no lo conoce, entiende que la vida del artista es muy divertida, apasionante, gana mucho dinero y todo le resulta muy exitoso. Pero hay situaciones verdaderamente duras y el espectáculo debe continuar. Una semana antes de salir para esta gira mi papá estaba fenomenal, es un hombre mayor, lúcido, ágil, caminaba, hablaba, y le dio una trombosis... Lo dejé en el hospital y me tuve que venir. Ahora habla a duras penas, a duras penas le entiendo cuando se pone al teléfono, se emociona mucho y llora porque no me ve, porque le gustaría que estuviera allí. Es tremendamente duro, sobre todo cuando es una gira larga, casi hace tres meses de eso. Me cuentan –no sé si me engañan- que está muy bien, que va evolucionando... Yo sé que no, porque tiene ochenta y ocho y no puede haber una gran evolución; no mueve bien el lado izquierdo de su cuerpo, depende mucho de los demás. Y no me lo imagino así, todavía no he visto como ha quedado, en una silla de ruedas. Ese será el siguiente choque cuando llegue, pero entre tanto imagino las cosas quizá mucho peor de lo que son... Me lo pintan todo muy bien, en el fondo creo que me están engañando un poco y eso me hace sufrir...".
"Se estimula tanto el éxito del artista que lo demás pasa a un segundo plano, como que no sufre, no padece, y todo siempre está bien. Es la otra cara de esta profesión que la gente no se para a pensar".
"Yo rezaba para que mi padre no muriera antes de que vuelva. Y no ha muerto... La vida personal está dentro de mi obra, es inevitable y además es la más verdadera, la menos inventada".

Eduardo Rouillet

   
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