Agua, barcos y recuerdos en los óleos de David
El colorido de los cuadros que Cristina David expone en la sala Emilio Frey -Centro Cívico barilochense- ofrece la posibilidad de hacer un viaje imaginario tanto a Mar del Plata como al barrio porteño de La Boca. El primer piso del salón alberga recuerdos de su niñez en esta ciudad de la que rescata más la naturaleza que las creaciones del hombre a través de sus pinceles. La exposición permanecerá a consideración del público hasta abril.
La singular textura otorgada por el material agrega riqueza a las imágenes que recuerdan los tradicionales paisajes marplatenses y de La Boca donde la artista dice encontrar inspiración naturalmente.
"Mi ciudad de anclaje muy fuerte es Mar del Plata. Toda esta muestra es un paralelo entre ambos lugares. Admiro muchísimo a todos los pintores que nos hacen vivir toda esa zona".
El mar "me parece tan lleno de vida, tan cambiante, que siempre me atrapa". Aunque ha intentado abordar otras temáticas "finalmente caigo nuevamente en lo mismo", sostiene.
Sin embargo, esta no es una cuestión que la inquiete. "Pienso que un artista no se agota en un tema y supongo que empezaré con otro en cualquier momento".
En su caso los mástiles, aunque estén en el bosque, siguen siendo mástiles -tal como lo señala un comentario que recibe al visitante a la sala-. "Son un símbolo -expresa Cristina-. Cada uno tiene una inclinación y eso se nota mucho".
De menores dimensiones, la decena de cuadros inspirados en recuerdos de su niñez encierran sentimientos especiales.
"Tal vez la gente no crea identificarse con lo que hice en cuanto a Bariloche porque necesito estar mucho tiempo en el lugar para que el paisaje se incorpore a mí". Eso es al menos lo que le ocurre con los lugares recurrentes en su obra, "puedo llegar a cerrar los ojos e imaginarme el paisaje boquense o marplatense, es como si formara parte de eso".
Con esta ciudad "debería pasarme algo así pero todavía no tengo incorporada la grandeza del lago y el paisaje, es como que me pueden", dice.
Acostumbrada a pintar aquellas escenas donde está presente la mano del hombre "no puedo encontrarla en el paisaje. Más que la mano del hombre aquí está la mano de Dios y todavía me cuesta meterme en eso".
Como el olor que actúa como imán para imágenes del pasado, la selección de cuadros expuestos en el primer piso trae a la memoria pasajes de la infancia trascurrida en algún barrio barilochense.
"Los temas son absolutamente personales pero la familia y los pobladores antiguos van a sentirse un poco identificados porque son recuerdos que casi simbólicamente reproducen los colores del amancay, la mutisia, las margaritas, la nieve y las piedras", define.
De aquellas imágenes que la acompañan a pesar de haber cambiado de paisajes destaca "la de la tierra, de la piedra muy cercana por mi estatura de entonces, los galpones donde nuestra familia guardaba cueros o los bulbos de los tulipanes para volver a plantarlos en primavera...".
Al mencionar la ayuda recibida de su prima Margarita Cueto de Criado señala que "en la familia existe una veta artística no muy conocida. Quizá el primero que la descubrió fue mi padre Roberto (a quien dedica esta muestra). Posiblemente éste, mi primer paso, los anime a exponer sus creaciones". La emoción asoma a los ojos cuando menciona a su padre, quien trabajó en Parques Nacionales, y a su madre Zulema de 83 años.
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