Viernes 16 de marzo de 2001

 

Romina baila el tango como ninguna y en Grecia

 

Romina Tumini aprendió y enseñó tango durante varios años en Neuquén. Ahora lo hace en Atenas, la capital griega donde tiene númerosos alumnos que intentan aprender el género.

  NEUQUEN (AN).- La chica es de las que hacen camino "al andar". Luego de transitar con su tango por escenarios tan diversos como Mar del Plata, Neuquén y Estocolmo, Romina Tumini aterrizó en Grecia donde enseña los secretos del "Dos por cuatro" en escuelas atenienses.
Esta tanguera de 25 años que aprendió por motus propio comenzó en las lides del tango con su partenaire Juan Rosas en esta ciudad, donde fundó "Danzarín", una academia que todavía funciona en el centro de Neuquén.
"Me fui por iniciativa propia, estaba bailando con un partenaire en Mar del Plata y nos invitó gente de Grecia a vacacionar y de paso hacer algunas cosas, soy bailarina profesional y profesora de tango, me formé acá mismo empecé a bailar en el taller Tango Sur, donde en principio no había profesor, sino que los alumnos avanzados eran los que enseñaban a los más adelantados", explica de un solo tirón, mostrando su exquisito currículum aprendido de memoria.
Dueña de un acento en el que se mezcla la influencia griega, recuerda que "cuando yo entré no había profesores realmente y cuando empecé a bailar, lo hice con lo básico y al poco tiempo se formó un ballet".
Con ese bagaje incorporado en el cuerpo, la chica partió sin demasiado preámbulo a Grecia donde la avidez por la música ciudadana le permitió vivir de sus clases y conocer el país.
"El tango que hago enseñando es un tango de salón, que puede ser bailado por todo el mundo, no el coreográfico, pero a la hora de hacer shows son las dos cosas y mi idea es tratar de trabajar sobre algo más original".
Exultante, esta chica de ojos vivaces enteramente vestida de bordó cuenta sus inicios y se apresura a recordar que "hace un par de años me fui a Mar del Plata, al teatro Colón, estuve dando clases y ahí surgió la posibilidad de ir a Grecia y luego desde Mar del Plata surgió la posibilidad de ir a Los Angeles, Estados Unidos, con un bailarín milonguero, Héctor Villar".

Aquí y en Finlandia

Sorprendida por la atención que le prestaron al tango los atenienses, asegura que "en Grecia está empezando la actividad tanguera, hay avidez pero también mucha desinformación acerca de qué es el tango, ha sido transmitida a través de las películas y todo eso, pero recién está llegando allá".
Tras contar que "en el 98 con Juan Rosas nos fuimos juntos a Suecia y estuvimos tres meses en todos lados" bailando, la chica confía que "donde hay mucha cultura de tango es en el norte, en Finlandia, Noruega, Alemania y por supuesto Francia".
Compenetrada con la misión que se propuso cuando partió, recuerda maravillada que "un día tuve una clase de 85 personas, trabajo en cuatro escuelas en Atenas, en otra ciudad que es la segunda en importancia y estoy por abrir en otra ciudad más, trabajo con más porque yo sola no doy abasto".
Sin poder creer lo que está viviendo Romina sonríe antes de explicar que "las escuelas me vienen a buscar y hay un lugar donde hay tangueros estables que están empezando y hay una milonga hecha por gente griega y a veces ayudo dando clases para los que están".
Como para demostrar la garra que tiene, no duda en asegurar que "hay un lugar, pero hay que hacérselo, hay que pelearlo y yo tengo una maravillosa familia que me apoya".
"Nadie dijo que fuera fácil, pero es bárbaro, en nueve meses aprendí el idioma, cuando llegué daba clases en inglés y ningún problema, después fui aprendiendo griego y son muy abiertos, muy parecidos a nosotros".
Sin que medie ninguna pregunta, Romina se apresura a explicar que "me fui por razones personales, porque yo quería crecer como persona, quería hacer algo por mí, creé mi espacio y conseguí los trabajos que nadie conseguía".
Autodidacta y tanguera de corazón, la chica siente que "mi formación fue muy buena pero yo aprendí enseñando, además soy docente de la Universidad Nacional del Comahue, o sea que la parte pedagógica y didáctica la construí por otro lado".
De la experiencia que le tocó vivir, rescata que "hacía cuatro meses que bailaba tango cuando empecé las clases y muchas cosas las fui construyendo a medida que iba enseñando, pero sobre todo aprendí observando a los mejores bailarines".

Milena Delgado

   
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