Lunes 12 de marzo de 2001 | ||
En la frontera del grabado y la pintura |
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Carmen Buteler muestra en el Centro Cívico de San Carlos de Bariloche un pantallazo de los quince últimos años de labor artística, incluyendo huellas de sus experiencias vividas en la Patagonia. En una conversación con "Río Negro" brindó detalles de sus creaciones, otorgando al espectador la posibilidad de enfrentar cada cuadro y tapiz de una manera distinta. "La magia del arte hace que podamos comunicarnos de una forma diferente", explicó la artista. |
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SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Recorrer la muestra que la artista plástica Carmen Buteler pone a consideración del público barilochense hasta el miércoles 14 en la sala Emilio Frey -Centro Cívico- resulta una experiencia enriquecedora. Integrada por una veintena de obras, la retrospectiva de sus últimos quince años de actividad creativa, incluye dos tapices, grabados y pinturas. Los asistentes también tendrán oportunidad de adquirir libros-objeto únicos o de reducidísima edición realizados manualmente por la artista que comparten un rincón acondicionado como "workshop" con obras de dimensiones reducidas. Algunos de los más recientes trabajos reciben al visitante apenas traspuesta la puerta de ingreso. Son "un mix entre grabado y pintura -define-. Recreo una imagen a partir de un grabado en pegado en la tela". Como muchas otras mujeres, Carmen comenzó a desarrollar la actividad que la apasionaba cuando consideró que sus obligaciones familiares se lo permitían. "Siempre me gustó pero no pintaba en forma disciplinada. Trabajé como diseñadora de interiores y docente en materias afines como dibujo e historia del arte". Impresiones de una vida Los tapices fueron el primer resultado del vuelco que decidió imprimir a su vida. Parte de los recuerdos que la acompañan desde su residencia en esta ciudad durante los dos primeros años de casada están evidenciados en el tejido que reproduce "Los amancay del Chalhuaco". Antes de instalarse en Córdoba, donde vive actualmente, pasó por esta ciudad, Chos Malal y Neuquén. Sus hijos Marcos, Tomás, Paula e Ignacio nacieron en cada uno de esos lugares "marcando el recorrido prolijamente", bromea. Con el tiempo decidió dejar a un lado las fibras textiles para volcarse por entero a la pintura. "Comencé pintando pintando figura humana. Hubo quien me preguntaba por qué la mutilaba. No lo hacía, simplemente componía con partes de cuerpos", explica. Luego, "durante mucho tiempo me dediqué a los pájaros, mis pájaros, con los cuales simbolizaba lo que es la libertad de la persona. Un poco lo que yo siento que es la vida: lucha continua con momentos difíciles y lindos donde lo importante es mantener el optimismo". Acrílico y óleo fueron los materiales escogidos pero entre los dos ganó este último porque considera que "me permite lograr una serie de cosas que con el acrílico es imposible: trabajar con transparencias, dejar cosas como insinuadas y jugar con la parte mágica que tiene la pintura". Esta es la primera vez que expone en esta ciudad aunque su arte no resulta desconocida para el público patagónico. Hace unos ocho años visitó la Casa de la Cultura en General Roca. Los recuerdos sobre paisajes barilochenses y vivencias de dos años fueron actualizados a través de un contacto con el arquitecto Rodolfo Calzetta Campos con quien trabajó aquí. Entonces "sentí nostalgia y me planteé por qué no volver y mostrar mi trabajo?" Así daría a los espectadores locales la posibilidad de redescubrir sus obras. Considera que éstos son creadores dinámicos de la obra que pueden "encontrar una nueva imagen en esa creación aparentemente única". Así queda cumplido el cometido, "comunicarnos de una forma diferente" a través de "la magia del arte que hace que esto sea posible", concluye. Teresita Méndez |
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