Lunes 11 de enero de 2000



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Lo que no se investigó sobre los atentados

 

"Río Negro" va más lejos con la pista siria

 

¿Pudo llegar tan lejos la venganza, como para provocar los atentados antijudíos en Buenos Aires?

 

Por Julio Rajneri

  La posibilidad de que el gobierno sirio haya tenido mucho que ver con los atentados realizados a la embajada israelí y a la AMIA ha tenido esporádicamente repercusión con algunas especulaciones de prensa al respecto, o bien por declaraciones emitidas por entidades o personalidades de origen judío.
Tiempo atrás, un alto funcionario en el gobierno de Menem, nos expresaba su opinión de que estos atentados pudieron haberse producido en Buenos Aires como represalia por el incumplimiento del ex presidente a los compromisos asumidos con los árabes, cuando obtuvo de ellos dinero para la campaña presidencial.
Le llamaba la atención el hecho de que Menem se mostraba particularmente desasosegado y ansioso cuando se trataba de cuestiones relativas a las relaciones con Siria.
Una de las situaciones por la cual demostraba mucha preocupación era la pertinaz negativa del presidente Al Assad a recibir a su hermano Munir Menem. Recordemos que, a posteriori, las relaciones diplomáticas entreambos países estuvieron virtualmente suspendidas durante un tiempo.
Pero más sorprendente fue la reacción de Menem cuando se produjo el atentado a la AMIA. Según versiones de sus colaboradores más cercanos, el ex presidente transmitió un nerviosismo que lindaba con el pánico.
Al tiempo de producirse la voladura de la embajada, Menem responsabilizó al gobierno iraní por el atentado y esta tesis fue también sostenida por funcionarios de Israel y Estados Unidos. Han transcurrido ya muchos años de las dos tragedias sin que los autores e instigadores hayan sido identificados y sin que la historia oficial así anunciada haya tenido comprobación cierta.
Se podría atribuir este virtual fracaso de la investigación a la ineficiencia de los servicios de inteligencia de nuestro país. Pero es el caso que tanto el Mosad como la CIA, organismos con una reputación de legendaria eficiencia, tuvieron un rol particularmente importante en la investigación, de manera que la calificación, si es que les cabe, habría que extendérselas.
Como nuestros lectores podrán apreciar a través de esta publicación, "Río Negro" investigó el caso partiendo de aquella hipótesis y obtuvo información que arroja una luz inesperada, no solamente sobre indicios que no fueron adecuadamente investigados, sino sobre esfuerzos coordinados para desviar una investigación que podría comprometer al gobierno sirio.
Esta historia podría comenzar en Yabroud, una pequeña aldea a 75 kilómetros de Damasco, de donde proceden varios de los protagonistas importantes en este caso.
Lo cierto es que en 1988, Carlos Menem, con la excusa de visitar a sus familiares y a la ciudad de sus antepasados, se entrevistó con el presidente sirio para obtener dinero y financiar así su campaña electoral para la presidencia de la República.
Ya sus personeros habían obtenido ayuda para la campaña interna, y con los nuevos compromisos, el apoyo de los árabes pudo haber alcanzado los 40 millones de dólares, suma decisiva en una campaña del entonces relativamente poco conocido gobernador de La Rioja, notorio por sus desaforadas patillas y su aspecto extravagante.
Existen algunas evidencias de que Menem ofreció y negoció decisiones futuras de su gobierno como contrapartida.
Aunque gran parte de esas conversaciones fue sostenida a solas, hay pruebas de que formaron parte de ese acuerdo el proyecto Cóndor y la construcción de un reactor nuclear con su consecuente transferencia de tecnología.
Los demás temas de negociación, si es que existieron, solamente pueden ser materia de conjeturas. Debe recordarse que los gobiernos de Medio Oriente han tratado de evadir las limitaciones que les imponen las potencias occidentales mediante gobiernos intermedios que no estén incluidos en las prohibiciones que los afectan: tecnología sensible, armas y tal vez facilidades para el lavado de dinero, ya que alguno de esos gobiernos obtiene recursos adicionales mediante el tráfico de drogas.
No hay duda de que en los primeros años de su gestión, el gobierno de Menem tomó decisiones que serían perfectamente compatibles con compromisos de esa naturaleza y que evidencian una relación muy especial con el gobierno sirio.
Yabroud. Aquí comienza la historia

El primer caso llamativo es la designación de Ibrahim Al Ibrahim, del que existen fundadas presunciones de que pertenece a los servicios de inteligencia siria, virtualmente al frente de la Aduana, un lugar ideal para operaciones encubiertas.
Otro prominente sirio, vinculado con el contrabando de armas, un personaje singular que aparece en las sombras en una relación estrecha con el gobierno, Monzer Al Kassar, obtuvo irregularmente la ciudadanía argentina y, como ya veremos, pudo tener un rol muy importante en esta historia.
Para completar los árabes ubicuos para ocupar funciones trascendentes, Alfredo Yabrán estuvo a punto de conseguir el monopolio en las áreas de las comunicaciones.
Por esa misma época, cinco sirios que no cumplían con el requisito de la radicación lograron en tres semanas la ciudadanía argentina en el juzgado federal de Santiago del Estero.
Otros sirios anunciaron la construcción de un complejo turístico en Misiones, con una inversión de unos 400 millones de dólares, que incluía entre otras cosas un casino. El financista principal era Abdala Rashid al Aalí, a quien se sindicaba como vinculado con el narcoterrorista Al Kassar.
Hubo entonces denuncias en torno de que ese casino iba a funcionar como un instrumento ideal para el lavado de dinero. Poco tiempo después, las investigaciones del juez Garzón en España desencadenaron el denominado "Yomagate" y las investigaciones desnudaron el proceso de lavado de dinero que se realizaba casualmente a través de la Aduana.
Todo cambió cuando el ex presidente modificó el rumbo tradicional de la política exterior, se alineó firmemente con los países occidentales y tornó en inviable el cumplimiento de los supuestos compromisos adquiridos con los gobiernos árabes. Las exigencias de Estados Unidos obligaron al gobierno a desmantelar el proyecto Cóndor y la venta del reactor nuclear se hizo a Egipto, un gobierno moderado y pro-occidental.
Es de suponer que las demás condiciones ocultas del posible arreglo hayan seguido el mismo destino que las anteriores.
De manera que no es sorprendente que las relaciones con Libia y con Siria se hayan deteriorado y que esto le produjera al presidente argentino una gran preocupación.
¿Pudo llegar tan lejos el afán de venganza como para provocar los atentados antijudíos en Buenos Aires?
Hay aquí una cuestión de gran interés. ¿Por qué dos atentados de esa magnitud, y por qué en Buenos Aires?
Aunque existe en nuestro país una comunidad judía importante, Buenos Aires no constituye un blanco estratégico para atentados terroristas de esa naturaleza y es poco frecuente que operaciones de esa magnitud se produzcan en tan corto plazo y en la misma ciudad.
En otras palabras, la incógnita es saber si el lugar elegido para los atentados incluía, además de las razones clásicas en la violencia del terrorismo antiisraelí, un mensaje específico con un destino determinado: Carlos Menem.
Los lectores podrán apreciar, a través de este trabajo, que existen numerosos indicios que conducen a Damasco más que a Teherán y que no obstante esas evidencias, hubo una fuerte tendencia a culpar al gobierno iraní.
Es cierto que es difícil probar la responsabilidad final de un gobierno en casos como éste y es probable que la difusión de meras sospechas que finalmente no hubiesen sido confirmadas podía haber alterado las negociaciones de paz de Siria con Israel, objetivo prioritario de la política exterior tanto israelí como estadounidense.
Pero la adhesión argentina a la hipótesis iraní tendría motivos diferentes. De intensificarse la luz sobre la conexión siria, probablemente hubiese adquirido más interés la difusión de los fondos espurios con que Menem financió su campaña y seguramente se hubiesen intensificado los interrogantes para determinar el alcance de los compromisos contraídos y su eventual incumplimiento.
   
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