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Acabo de terminar – conmovida - el libro de David Cox: “Guerra Sucia, Secretos Sucios”, sobre la actitud ejemplar de Robert J. Cox (padre de David) periodista y director del diario Buenos Aires Herald durante la dictadura.
El libro me transportó a 1979, cuando hacía dos años que nos habíamos venido a vivir al sur (ver en Etiquetas: “inseguridad”) y al mediodía o a la tarde (que es cuando llegan los diarios a Bariloche) me precipitaba a comprar el Herald.
En aquella época nadie se atrevía a publicar información sobre secuestros y derechos humanos, pero Robert J. Cox lo hizo en el diario que dirigía. Fue el único, y por eso fue detenido, humillado y amenazado junto a toda su familia. Cuando en 1979 me enteré de que abandonaría nuestro país (las últimas amenazas fueron dirigidas a sus hijos) envié esta carta a la sección “Cartas de lectores” del Herald. Lo hice por reconocimiento al coraje de Cox , por todo lo que había intentado desde el diario y también por desaliento: se perdía la única voz que decía algo acerca de lo que estaba pasando. La carta (guardo el recorte amarillento bajo el vidrio de mi escritorio) fue traducida al inglés y publicada en el Herald a fines del ‘79:
“I have thought about writing this letter ever since I read the sad news that Robert Cox and his family were obliged to leave our country.
I wish I would have complimented him on his magnificent editorials at another time and not just now at the moment of his departure.
He has always excelled in balance, intelligent thought and positive thinking in his articles. His was one of the very few voices which at all times defended the excercise of justice within a legal framework. I agree with him; I admire his courage and I believe that his situation affects all of us who, like him, still believe in the possibility that our country will progress.
The Herald’s editorials were a hope. Hope despairs – this is what I felt when I learned of his departure plans.”
“He pensando escribir esta carta desde que leí la triste noticia de que Robert Cox y su familia se ven obligados a dejar nuestro país. Hubiera querido felicitarlo por sus magníficas editoriales en otro momento y no justo ahora, con este motivo.
Sus artículos siempre se destacaron por su equilibrio y su pensamiento inteligente y positivo. La suya fue una de los pocas voces que en todo momento defendió el ejercicio de la justicia dentro de la legalidad. Coincido con él; admiro su coraje y creo que su situación nos afecta a todos los que, como él, todavía creemos en la posibilidad de un país mejor.
Las editoriales del Herald eran una esperanza. Esperanza desesperación – esto es lo que sentí cuando me enteré de su partida.” Por Luisa Peluffo
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