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El año abrió para Andrea Álvarez con su compacto "Doble A", un trabajo que muestra energía en estado puro y sobre el que habló, entre otras cosas, con "Río Negro". "Estoy mucho mejor que antes, me parece. Siento madurez como persona y como artista, más en esto último, aunque todo viene junto. Aprendí un montón. En mi primer disco fue todo experimental, haciéndome cargo de ser solista. Fueron muchos años de muchas cosas. Un cambio absoluto, para mí. En esencia, sigo siendo la misma, obviamente, pero artísticamente estoy a un mundo de diferencia". -¿Por decantación de lo aprendido, por superar la etapa de mostrar que podías ser solista? -Lo de mostrar a otro no me importa tanto porque el otro más importante soy yo. Pero aprendí un montón de cosas. Canto mucho mejor, compongo más rápido, las letras, elijo mi banda, todo lo hago más velozmente. Aprendí en base a la experiencia, a la acción. -Cantar y tocar batería o percusión es bien complicado. La melodía y el ritmo ordenados por un mismo cerebro? -Pero, las melodías tienen ritmo. (Suspira Andrea, hondamente). Sí, es muy difícil y me cuesta un montón, sobre todo cantar bien. El canto, para mí, es lo más dificultoso, es el instrumento más complejo. Cantar bien mientras uno toca. Antes, grabando, era medio conflictivo por una cuestión emocional, más que nada. Ahora, me es fácil. -Grabás separadamente la voz. -Sí. La batería en especial. Poner las voces aparte, fue fácil, ameno. Ahora, hacerlo en vivo tiene su historia. Particularmente si tengo que actuar a la vez, o sea comunicarme con el otro y escuchar bien la nota que estoy dando mientras la batería me tapa, la tengo al lado. Tengo que practicarlo mucho y me cuesta cantar. -Para cualquier cantante es un problema la intensidad sonora de la batería. -Tremendo. Para el sonidista también. Lo primero que siento son las referencias de notas de los tambores y los platillos; por eso me es muy trabajoso darme cuenta si a la guitarra y el bajo los escucho en el lugar que me sirve para afinar las notas. Es recomplicado -pero lo logro y bien (ríe)- hacerlo mientras estoy viviendo la canción. Lo más difícil es eso. Es más sencillo si la música no corre riesgo, pero la que yo hago está en riesgo permanente. Es bastante aguda; a veces me digo para qué habré hecho esta melodía, por qué puse la letra ahí? Estoy tocando al límite todo el tiempo, entonces es mucho más probable calar (no alcanzar la afinación justa) un poco, que para quien no se mete en ese terreno. -Te metiste sola, nadie te empujó. Mirando tu historia, te gustan las difíciles. -Sí. Tocar bien cualquier instrumento es re complicado, pero más es componer, hacer canciones y no irse de la ruta. Tocar la batería no lo es tanto, hay que practicar, nada más. No es ni siquiera físicamente arriesgado. Conozco muchas chicas que tocan bien batería y también guitarra o teclados. Tampoco estoy haciendo temas de Frank Zappa. Para tocar bien hay que practicar muchas horas. Podría no hacerlo si me guiara por el entorno, por lo que hace gente que ya está instalada. Pero, lo más, lo más difícil es compatibilizar todo -como en cualquier profesión- con mi vida personal, con ser mamá. Si tengo que hacer un disco, descuido a mi hijo (Pablo, 12) bastante. ¡Pobre! Pero, de todas maneras le fue muy bien en la escuela, aunque fue evidente que durante el mes que grabé "Doble A", bajó el rendimiento escolar. Estaba haciendo el ingreso al secundario y no le daba el cuero. El padre (Leonardo De Cecco, baterista de Attaque 77) también estaba con giras. Hizo lo que pudo? -Sintió la distancia. -No tanto corporal porque yo volvía a casa, sino mental. Yo estaba en otro planeta. El papá estaba reocupado, hacemos lo que podemos. Para mí es muy complicado salir de mi casa y en el taxi, ponerme en el recital; hacer todo, pagar las cuentas, organizar la vida en general y aparte tocar, tener una carrera. EDUARDO ROUILLET
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